12 noviembre, 2007

Egipto: La colosal Esfinge... se ahoga?

Desde hace varios meses, los miles de turistas que se acercan a Giza a ver las pirámides y la Esfinge se han encontrado con un visitante inesperado: En las inmediaciones del Templo del Valle, a tan sólo 20 metros del majestuoso Abu el Hul ("Padre del Terror", que es como los egipcios llaman a la Esfinge) que guarda la meseta, viene creciendo una tupida capa de césped, y unos charcos de agua verdosa han hecho su aparición.

Desde hace aproximadamente cinco semanas, el historiador egipcio Bassam El Shammaa, que estudia esta zona arqueológica desde hace 22 años, estuvo atando cabos y desatadó la alarma: la Esfinge podría estar hundiéndose.

«Hace unos cuatro meses visité la zona y me pareció muy extraño que hubiera nacido hierba [...] Pero cuando volví a visitarla hace un mes, vi con mis propios ojos grandes charcos agua estancada de una profundidad de entre 30 o 40 centímetros, y la hierba era cada vez más tupida, delante del Templo del Valle. ¿Nadie de los que cuidan la esfinge se habían dado cuenta?», se pregunta.
«No podía creer lo que veían mis ojos. Así que tomé fotografías y las mandé al Ministerio de Cultura y al Consejo de Antigüedades», explicó El Shamma, mientras precisó que las autoridades dijeron que «no corría ningún peligro».

Desde el momento en el que Bassam se dio cuenta de lo que estaba pasando, se puso manos a la obra. Con la ayuda de un amigo abrió una página web (http://www.sossphinx.bassam.itgo.com/) en la que ha colgado fotografías que confirman sus palabras, lanzando asi por Internet una campaña de concientización a la sociedad y a la comunidad científica, con el nombre de "Salvemos la Esfinge", acerca del daño «irreparable» que causaría a la Esfinge si las aguas llegaran a filtrarse dentro de ella.
Desde entonces, el experto egipcio ha participado en programas y ofrecido entrevistas en prensa, radio y televisión, además de recibir un gran número de correos solidarios de todo el mundo.

El egiptólogo espera que los responsables de antigüedades se muevan raudamente para salvar el monumento, a la que, a su juicio, solo «le quedan entre 30 y 35 años de subsistencia si no se resuelve el problema».
Después de 4.600 años custodiando las pirámides de Giza, a este monstruo de piedra caliza, mitad hombre mitad león, le ha llegado el momento de que lo protejan.

El agua ya había supuesto una amenaza para la Esfinge desde su construcción en el tercer milenio antes de Cristo. La gran dama de las pirámides está tallada en la misma roca caliza que forma la meseta, de muy mala calidad, según los geólogos. Las sucesivas lluvias a lo largo de los siglos han deteriorado su silueta y algunos arqueólogos consideran que las inclemencias del tiempo pudieron ser las causantes de que la Esfinge perdiera su nariz y su barba. Pero el deterioro debido a las aguas subterráneas se conoce desde hace relativamente poco.

Y aunque quizás uno de los más importantes, el agua no es el único enemigo de la Esfinge. Las pésimas reconstrucciones del monumento que se han llevado a cabo a lo largo de los años y, aún peor, el viento y la arena del desierto, están haciendo mella en la imponente escultura. La erosión que provocan las partículas de arena empujadas por el viento podría llegar a decapitar a la Esfinge. Según explicó el director técnico de IBM, Ahmed Tantawy, a la BBC, la roca que forma la cabeza del monumento es más dura que la de la base, por lo que algunos científicos temen que el cuello podría ceder en algún momento. IBM ha creado un programa informático que realiza simulaciones con efectos de viento en su estructura, y así está ayudando a su conservación.


Pero el problema del agua no es ajeno a los dirigentes del poderoso Consejo Superior de Antigüedades de Egipto, la máxima institución arqueológica del país, liderada por el mediático Zahi Hawass. Desde hace tiempo, los responsables de la conservación de los monumentos egipcios han visto con preocupación cómo las aguas se acercan peligrosamente a la Esfinge.
Hawass, en su propia página web, reconoce que la elevación del nivel freático de las aguas bajo la Esfinge y las filtraciones del pueblo cercano son algunas de las mayores amenazas de la gigantesca estatua.

Los dirigentes han reconocido que existen problemas, cuyo origen todavía se desconoce, con las aguas en las cercanías de la Esfinge. «Ya sea una fuga de las tuberías de agua potable, del desagüe, de los canales o de las aguas de irrigación, tenemos que descubrir las causas del problema para que no se repita», explicó el director del Departamento de Egiptología del CSA, Sabri Abdelaziz.

Para lograr ese objetivo, un comité de especialistas de la Universidad de El Cairo comenzó, hace dos meses, a estudiar el nuevo fenómeno que rodea a la Esfinge, y se espera que lleguen a alguna conclusión en el próximo mes.
«Pese a todo, la Esfinge está a salvo. No corre peligro, porque se encuentra en un nivel más alto que las aguas subterráneas. Los estudios necesitan su tiempo antes de que lancemos un proyecto para la protección del monumento», tranquiliza Abdelaziz.

Otros expertos independientes, también preocupados por los templos faraónicos, como Ayman Ahmed, de la Universidad de Sohag (sur de Egipto) y el hidrogeólogo Graham Fogg, de la Universidad de California en Davis (EE.UU.), examinan el movimiento de las aguas subterráneas bajo los monumentos.


A su vez, El Shammaa también propone soluciones: El egiptólogo sugiere que deberían construirse pozos en un perímetro de tres o cuatro kilómetros alrededor de la meseta de las pirámides para que el agua se canalice lejos de los monumentos. «Una vez allí, se podría extraer con bombas y usarse para irrigar los cultivos de la zona», señala.
Para poder salvar a la milenaria dama de Egipto de su desaparición, el egiptólogo y un grupo de ingenieros de la Universidad Americana de El Cairo (UAC) han diseñado un sistema de drenaje de ruedas giratorias y tubos de conducción para canalizar el líquido elemento. También propone alejar las tierras de cultivo de todo el perímetro del área monumental y controlar el agua de riego qué no exceda para que no se filtre.

Otra opción, según el historiador, sería trasladar el monumento. «Propuse hace años que se moviera a un lugar más seguro, tal y como se hizo con los templos de Abu Simbel cuando se construyó la presa de Assuán, pero nadie me hizo caso», explica.

Pero las autoridades egipcias parecen no hacen caso a sus advertencias, y el ilustre Consejo Superior de Antigüedades (CSA) le toma por «alarmista y exagerado».
Por su parte, el conocido secretario general del CSA, Zahi Hawas, es partidario de «no precipitarse» y analizar bien las posibles medidas, ya que la fiel guardiana de las Pirámides ha sufrido daños en los tratamientos anteriores poco meditados.

El Shamma considera que «no hay tiempo que perder», pues toda la zona arqueológica esta repleta de cables eléctricos necesarios para los espectáculos de luz y sonido que se celebran allí. «Imagínese lo que ocurriría si el agua penetrara en las instalaciones eléctricas», exclamó con desasosiego.


Bassam, tiene su propia teoría sobre la procedencia de las aguas.
El historiador cree que en el lugar donde se están acumulando las aguas se encuentra un antiguo muelle, probablemente el más antiguo del mundo, que se construyó en un canal del Nilo para poder desembarcar los pesados bloques de piedra con que los obreros construyeron las Pirámides, y transportar a los trabajadores que las levantaron. Este canal se habría secado hace muchos años y ha quedado sepultado por arena y tierra.
Pero el canal sigue ahí -apunta el historiador-, «y ahora se debe estar llenando de agua procedente de algún sitio cercano, probablemente de otro canal que se encuentra a un kilómetro de la zona y que hace poco tiempo se sepultó para construir un jardín. El agua está saliendo por donde puede».
«El agua siempre vuelve a su cauce y tiene esa poderosa habilidad de subir. Si penetra dentro de la Esfinge disolverá la piedra caliza». Además, agregó que el agua que está brotando también transporta sal y productos químicos que podrían insertarse en la colosal estatua y provocar grietas.

El historiador considera que el agua procede de estas filtraciones subterráneas, y que en pocos meses podrían llegar al monumento. «No se a que están esperando», increpó, «en menos de dos meses el agua podría llegar hasta la estatua. De ser así, con el tiempo, el bloque de piedra caliza podría romperse en dos. [...] Este es un asunto muy serio, es una clara advertencia de que estamos llegando a un punto de destrucción sin retorno», advirtió con preocupación.


Su "Teoría de la doble esfinge".
El egiptólogo, no obstante, no se ha dirigido de manera oficial al Consejo de Antigüedades, «porque si no eres uno de ellos, no te tienen en cuenta», critica.
«Hace unos doce años fui al despacho de Zahi Hawass a presentarle mi teoría de la doble esfinge, y poco menos que se rió de mí». Esta teoría, defendida por El Shammaa, y negada por gran parte de la comunidad científica, expone que hubo dos esfinges paralelas, una de las cuales se destruyó, quizás por un rayo, y desapareció. «La Estela de los Sueños que se encuentra en el pecho de la Esfinge muestra dos esculturas, y también hay evidencias en el Museo Egipcio», defiende el historiador.


Muchos misterios rodean a la bella guardiana.
Con una longitud de 73 metros, una altura de 22,5 y un ancho que fluctúa a lo largo de su cuerpo entre los 5 y los 9 metros, la Esfinge siempre gozó de veneración y culto durante la antigüedad. Cada oreja de la estatua mide casi 1,37 metros de alto, y su cabeza, similar a la del faraón Kefrén, lleva el tocado real faraónico y una barba postiza en el mentón, que, al igual que su mítica nariz, ha desaparecido.

Pese a su enorme tamaño, la Esfinge, esculpida en un solo bloque de roca, permaneció gran parte de su historia sepultada por la arena del desierto, y sólo entre 1816 y 1818 fue desenterrada. Desde entonces la Esfinge ha cautivado al mundo entero, y la identidad de su constructor siempre ha sido un misterio, ya que la estatua no tiene ninguna inscripción que lo precise.

La misma fecha de su construcción es discutida. La mayor parte de los historiadores se decanta por el tercer milenio antes de Cristo, aunque algunos (pocos) opinan que podría ser incluso dos mil años más antigua. Tampoco se conoce con exactitud quién la creó o si su rostro representa a algún faraón en concreto, y es una incógnita cómo perdió la nariz.
Su emplazamiento, cercano a la Pirámide de Kefrén, ha llevado a muchos historiadores a asociar su construcción a la figura de este faraón (2.520-2.494 a.C.).

Hoy, en la página de El Shammaa, se acumulan los mensajes de apoyo de una legión de enamorados de la misteriosa escultura, temerosos de que algún día, el agua que originó la civilización egipcia acabe con su bella guardiana.


Bien a través de esfuerzos individuales o mediante trabajos auspiciados por las autoridades, lo cierto es que el estado de la Esfinge, uno de los más célebres y gigantescos monumentos del mundo, ha puesto en alerta a los egiptólogos de todo el mundo.

[Fuentes: El Comercio y Amigos de la Egiptología]
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La verdad es que, si bien pareciera que Bassam El Shammaa exagerara un poco, además de que sus alarmas solo se basan en hipótesis pero no en alguna prueba contundente, también es cierto que de todos modos es preocupante el estado actual de la Esfinge, asi como el ver que aparezcan estos charcos de agua... en un lugar que se supone debería ser solo arena.

Y que Zahi Hawass no muestre interés por Abu el Hul no me lo creo para nada.
El Dr. Hawass ha demostrado en diversas oportunidades la gran pasión por la milenaria cultura de su país -una pasión que lo consume-, y que lo ha enfrentado en ocasiones a importantes instituciones y paises.
Hawass encabeza un movimiento orientado a devolver a Egipto muchos antiguos objetos egipcios que se encuentran en colecciones de distintas partes del mundo.

En julio de 2003, Egipto exigió la devolución de la piedra Rosetta, que se encuentra actualmente en el Museo Británico. En esa ocasión, Hawass declaró: «Si los británicos desean que se los recuerde, si quieren restaurar su reputación, deberían ofrecerse a devolver la piedra, ya que es el ícono de nuestra identidad egipcia».
Y hace unos meses atrás, tuvo otro enfrentamiento, esta vez con los alemanes, puesto que ellos se niegan a devolver el busto de Nefertiti, y tampoco aceptaron permitir que el busto viajara hacia Egipto para una exposición temporal, alegando que "el viaje dañaría la pieza", cosa que refutó Zahi airado, puesto que en la actualidad hay suficientes medios para asegurar que no sufra el menor daño durante el trayecto.

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