Para el día de mañana la Cámara Peruana del Libro tiene preperado un homenaje a quien es una de las grandes figuras que actualmente se ocupan en la investigación de nuestro pasado andino, y que además -como escuchaba el viernes en la presentación del libro de Jennifer- es una de las pocas damas que ha logrado destacar en el círculo, mayoritariamente másculino, que conforman nuestros grandes intelectuales peruanos: María Rostworowski.
Y quería dedicarle este post a modo de homenaje, aunque -debo reconocerlo- soy aún casi ignorante en cuanto a su vida y obra; pero si bien no he leído de sus obras mas que lo que vengo aún leyendo de "Historia del Tahuantinsuyu", lo que me motiva es la gran simpatía que me ha inspirado en lo poco que he visto y leído acerca de ella.
De doña María había escuchado de vez en cuando mencionarla y sabía que estaba relacionada con el estudio de la historia peruana (en especial la incaica), pero eso era todo, solo menciones.
La primera vez que realmente llamó mi atención fue hace poco, a lo sumo un año o poco más, cuando en el canal del estado pasaron un programa dedicado a ella, y me pareció interesante el modo como se expresaba, bastante amena, vivaz, sencilla; y la forma tan simpática como respondía a las preguntas del entrevistador, y que no solo mostraban a una persona jovial, sino también alguien que tenía muchos conocimientos interesantes... y eso me animó a verlo completo, a pesar de que ya era de madrugada.
Luego fueron las entrevistas que encontraba en uno u otro diario, página web, etc. Siempre con esa forma fresca, franca y amena de decir las cosas.
Así que hace poco, aprovechando una salida que hice al acompañar a mi amigo William al centro, me conseguí "Historia del Tahuantinsuyu", que es lo que llevo leyendo por estos días. Y definitivamente ya voy abrigando un fuerte interés por los demás libros, que prometen bastante, en especial "Pachacutec Inca Yupanqui" y "Pachacamac" :)
Y como sea este miércoles estaré presente en el homenaje de la CPL, dentro de las celebraciones que se realizan por la Feria del Libro Ricardo Palma, para poder verla, escuchar lo que exponga... y aprovechar pa que me firme mi librito! :D.
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Biografía.
La señora María Rostworowski Tovar nació en Barranco (Lima) el 08 de agosto de 1915, hija de padre polaco, el agrónomo Jan Rostworowski, y de madre puneña, doña Rita Tovar del Valle, a quienes recuerda de este modo: «Mi padre era muy bueno [...] Mi mamá era una persona muy dulce…»
Cuando cumplió cinco años viajó con su familia a Europa y vivió en Polonia, Francia, Inglaterra y Bélgica, siendo estos dos últimos países donde estudió la secundaria, mientras que la primaria en el sur de Francia, en casi todos los casos con profesor privado. Hacia 1935 regresó a Perú, viviendo en una hermosa hacienda que compró su padre en Huánuco.
María habla castellano, francés, inglés y polaco. ¿Y el quechua? «Lo estudié aquí y en la Universidad de Cornell, me fue muy útil».
Su formación de historiadora la hizo en el Perú en forma autodidacta, su reencuentro con el Perú la motivaría a emprender el estudio de la historia andina siguiendo un derrotero innovador y riguroso.
Casose en segundas nupcias con don Alejandro Diez Canseco. «Mi marido me ayudó mucho, porque viajamos bastante por el Perú y me compraba todas las crónicas que en ese momento casi por primera vez se divulgaban, porque antes Garcilaso era el único prácticamente que existía».
Luego de la muerte súbita de don Alejandro, acaecida en marzo de 1961, María se fue a la selva. Navegó durante 23 horas por el Amazonas hasta el leprosorio de San Pablo (Loreto) en plan de misionera. Para María fueron dos meses gratificantes: «Los leprosos me dieron más de lo que yo les di».
Fue alumna libre de San Marcos: «…había cursos interesantísimos y yo podía sacar libros. Recuerdo a Tello, a Luis Valcárcel, a Luis Jaime Cisneros». Desde su casual encuentro en Ancón, mientras María «ni siquiera levantaba los ojos, metida en un libro de Riva Agüero», Raúl Porras Barrenechea alentó su incipiente vocación y le enseñó las cuestiones metodológicas: «Me dijo que tirara los cuadernos y me enseñó cómo fichar, y cómo hacerlo bien desde el principio». Su repetida confesión no deja lugar a dudas: «No creo que los sanmarquinos me consideren sanmarquina pero yo sí, siempre me sentí muy sanmarquina».
Hay una palabra, entre otras tantas acertadas, para definir a María: investigadora. Mejor dicho: investigadora nata.
«Siempre he sido muy curiosa». En ese sentido, ¿qué no ha hecho María? Todo. ¿En qué no se ha metido María para saber más? En todo.
Ella misma lo dijo a la corresponsal escolar Fanny Reyes Mosquera: «Eso ha sido la pasión de mi vida, entonces es difícil decir hasta aquí nomás, mientras se pueda… seguiré. La edad no influye necesariamente, te diré que entre los 60 y los 80 he obtenido mi mayor productividad».
Echa mano de cuanto recurso la lleve a descubrir la verdad, aunque ésta sea provisional. Hurga en los archivos. Confronta el dato documental con la realidad. Va al lugar de los hechos. Ha caminado gran parte de la costa peruana, socorrida de su Peugeot 404, acompañada muchas veces de Josefina Ramos de Cox.
Es muy observadora. Viaja con ilusión por donde puede. Corresponde las más disímiles invitaciones. Resuelve los problemas. María es incansable porque María sabe una cosa: «La historia es un inmenso porqué».
Una de sus principales contribuciones ha sido problematizar la historiografía clásica del antiguo Perú, que presentaba una visión demasiado perfecta, coherente y lineal de la historia de los Incas, deducida de esquemas europeos que no siempre respondían a la realidad local.
Doña María Rostworowski de Diez Canseco es una persona sencilla, cordial y firme en sus creencias y en sus decires. Su lucidez implacable para comprender el Perú la hace un referente importante y orientador en la vida nacional.
En cierta ocasión, el periodista Carlos Necochea Flores, del diario El Comercio, le preguntó: ¿Qué valores caracterizaron más al pueblo, a la sociedad peruana, a través de la historia?
Ella respondió: «Es curioso y además necesario analizar por qué surge desde épocas muy antiguas el trabajo comunitario en esta parte del continente americano. La comunidad es una característica muy nuestra, pero que a su vez es la respuesta de los antiguos peruanos para asentarse en un territorio sumamente difícil de punas, selvas, desiertos, quebradas, costas y sierras».
Lee novelas sólo cuando está de paseo. Desde chica, doña María tiene especial interés por la botánica y, en los últimos años, por las plantas nativas. «Me gustaba muchísimo cocinar, pero ya no lo hago». Su dieta diaria mientras estuvo de Directora en el Museo, según recuerdan sus compañeros: un plátano a media mañana, un almuerzo frugal y el infaltable Princesa.
Su familia está formada por su hija Cristina, sus tres nietos y sus ocho bisnietos; «…con mis cuñadas me llevo muy bien, una de ellas es como mi hermana».
Por otra parte, Marita tiene muchos amigos y admiradores:
«María Rostworowski -dice Franklin Pease- nos acerca a la continuidad de la vida andina».
Cecilia Blondet resalta «su admirable apertura hacia lo nuevo y hacia los jóvenes».
«Compartió sus conocimientos -confiesa Amalia Castelli- con todos los que alguna vez acudimos a ella buscando una guía».
Para Scarlett O’Phelan «María Rostworowski es una mujer notable; desde que la conozco -hace más de veinte años- siempre me ha impresionado su vitalidad y su entusiasmo por la investigación histórica».
Exactas son estas palabras de Krzysztof Makowski: «Moviéndose con habilidad entre los campos de la etnohistoria, la antropología y la arqueología ha logrado en su obra rescatar los aspectos más valiosos del gran legado prehispánico del Perú: su originalidad y su diversidad».
En la actualidad María Rostworowski sigue, incansable, trabajando con entusiasmo y dedicación.
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Publicaciones y artículos.
Su interés por el pasado peruano fue alentado por el distinguido historiador Raúl Porras Barrenechea, quien la aceptó como alumna libre de sus cursos en la Universidad de San Marcos. Sus investigaciones iniciales se plasmaron en su primera obra, "Pachacútec Inca Yupanqui", donde demostró el rol fundamental que había cumplido este Inca en la expansión del Tahuantinsuyu.
Luego de su publicación Raúl Porras Barrenechea, su maestro, le había aconsejado investigar sobre el virrey Francisco de Toledo, pero con su proyecto de la biografía del Inca, María ya había asumido aquel compromiso con el mundo andino que la guiaría en su carrera futura, en la que la semblanza basada en los relatos de los cronistas era un primer paso.
Poco después se centró en la organización social, económica y la dimensión religiosa de los grupos étnicos de la costa central durante el periodo prehispánico y los primeros años del dominio español.
En su segundo libro, "Curacas y sucesiones. Costa norte" (Minerva, 1961), María dio inicio a una larga secuencia de investigación que la centraría en el estudio de la costa peruana -o andina, como ella prefiere llamarla-, teniendo en cuenta que los Andes definen un sistema geográfico que abarca costa, sierra y selva.
Posteriormente aparecieron "Etnía y sociedad. Costa peruana prehispánica" (IEP, 1977) y "Señoríos indígenas de Lima y Canta" (IEP, 1978), ambos estudios de un marcado carácter local y regional que permiten comprender la lógica de la interrelación social y geográfica de las etnías de la costa central y sur del Perú.
En la misma búsqueda por identificar los patrones que regían a las sociedades andinas prehispánicas, publicaría posteriormente "Recursos naturales renovables y pesca. Siglos XVI y XVII" (IEP, 1981) y "Estructuras andinas del poder. Ideología religiosa y política" (IEP, 1983).
Su libro más difundido, "Historia del Tahuantinsuyu", llegaría sin embargo, unos años después, en 1988 (IEP, 1988), y se convertiría en un verdadero éxito editorial en el Perú y el extranjero. ¿Por qué? ¿Qué factor desencadenó esta espectacular demanda de un libro académico? En primer lugar, la ausencia de un trabajo satisfactorio y moderno sobre los incas; pero fundamentalmente, el cuestionamiento de la imaginación idílica y falaz que se tenía del imperio incaico -o Estado, como María insiste en llamarlo para diferenciarlo de los esquemas europeos.
Ese mismo año publicaría también "Conflicts over Coca Fields in 16th Century Peru" (Universidad de Michigan, 1988) libro altamente especializado sobre los cultivos de coca en la vertiente occidental de los Andes; y al año siguiente, una especie de divertimento académico "Doña Francisca Pizarro. Una ilustre mestiza (1534 - 1598)" (IEP, 1989), libro que relata la vida de la hija del conquistador español y de Inés Huaylas Yupanqui, hija de Huayna Cápac, combinando el uso de documentos inéditos con la narrativa fluida y amena.
En 1992 publicó con Pilar Remy, "Las visitas a Cajamarca, 1571-72/1578" (IEP, 1992, 2 vols.) y en octubre del mismo año, "Pachacamac y el Señor de los Milagros. Una trayectoria milenaria" (IEP, 1992), en opinión de muchos uno de los libros más polémicos de la producción de María, en un país en el que acontecimientos de hace 400 o 1,000 años encienden aún las pasiones del público. Pachacamac había sido durante siglos la divinidad más importante de los Andes y el Señor de los Milagros es hoy un culto dinámico, apasionado y en plena expansión en el país y en el extranjero. El estudio, basado en evidencias arqueológicas y documentales, aclara un desarrollo histórico del que sólo se ha especulado anteriormente, pero también plantea numerosas interrogantes que llevan al lector a la reflexión.
Este es el principal mérito de María: a través de una prosa sencilla conduce al lector hacia problemas vitales que ella ha descubierto en crónicas y documentos de los más diversos archivos peruanos, europeos y norteamericanos. Su excepcional habilidad radica en tratar los temas más puntuales y específicos del pasado peruano, elevándolos a una dimensión histórica inteligible.
La vida académica de María está llena de publicaciones y actividades oficiales, pero también de constante apoyo a investigadores jóvenes y a grupos comunales o profesionales que, si bien son ajenos al quehacer académico, buscan en la historia, clara y vigorosa, el motivo que alienta sus propias existencias y que nos acerca en la búsqueda de una identidad personal y social peruana.
Fruto de este esfuerzo son un gran número de trabajos, entre libros, artículos en revistas, ensayos en publicaciones especializadas, ponencias para seminarios o congresos, conferencias, etc. publicados en el Perú y en el extranjero, algunos de ellos reeditados varias veces como la "Historia del Tahuantinsuyu" (dado a la imprenta, sucesivamente, entre 1988 y 2001). Además, feliz y experimentada abuela y bisabuela, María ha asumido la publicación de cuentos para niños sobre la base de mitos e historias andinas, otro rubro innovador en el que incursionó con éxito anteriormente.
La larga lista de las obras de tan querida historiadora autodidacta -en relación quizá incompleta-, es la siguiente:
1953 Pachacutec Inca Yupanqui. 280 Pág. Editor: Torres Aguirre, Lima.
1960 Pesos y medidas en el Perú pre-hispánico. 35 pág. Lima
1961 Curacas y Sucesiones. Costa Norte. 136 pág. Minerva, Lima.
1963 Los ascendientes de Pumacahua.
1977 Etnía y sociedad. Costa peruana prehispánica. 293 pág. IEP, Lima. (reeditado en 1989)
1978 Señoríos indígenas de Lima y Canta. IEP, Lima.
1981 Recursos naturales renovables y pesca: siglos XVI y XVII. 180 pág. IEP, Lima.
1983 Estructuras andinas del poder: Ideología religiosa y política. 202 pág. IEP, Lima.
1986 La mujer en la época prehispánica. 17 pág. IEP, Lima.
1987 Entre el mito y la historia: psicoanálisis y pasado andino (con Max Hernández, Moisés Lemlij, Luis Millones y Alberto Péndola). 199 pág. Ed. Psicoanalíticas Imago, Lima.
1988 Conflicts over Coca Fields in XVI century Peru.
1988 Historia del Tahuantisuyu. 332 pág. IEP-CONCYTEC, Lima. (dado a la imprenta, sucesivamente, entre 1988 y 2001).
1989 Doña Francisca Pizarro: Una ilustre mestiza (1534- 1598). 162 pág. IEP, Lima.
1990 Quipu y Yupana. CONCYTEC, Lima.
1991 El umbral de los dioses. Sociedad Peruana de Psicoanálisis, Lima.
1992 Los Incas y el Antiguo Perú, 3000 años de historia. Quinto Centenario, Madrid.
1992 Pachacamac y el Señor de los Milagros: Una trayectoria milenaria. 214 pág. IEP, Lima.
1992 Las visitas a Cajamarca. 1571-72/1578. Documentos. Tomo I-II (con Pilar Remy). 879 pág. IEP, Lima.
1993 Ensayos de historia andina, Volumen I: Elites, etnías, recursos. 460 pág. IEP-BCRP, Lima.
1995 La mujer en el Perú prehispánico.
1996 La muerte del sol y otros cuentos del Antiguo Perú.
1996 El origen de los hombres y otros cuentos del Antiguo Perú.
1997 Pachacutec y la leyenda de los chancas. 85 pag. IEP, Lima.
1998 Ensayos de historia andina, Volumen II: Pampas de Nasca, Género, hechicería. 248 pag. IEP-BCRP, Lima.
1999 El señorío de Pachacamac: El informe de Rodrigo Cantos de Andrade de 1573. 238 pag. IEP-BCRP, Lima.
2002 Guía de Pachacamac. (con Antonio Zapata Velasco). IEP, Lima.
2005 Obras Completas.
Y si bien señala que «Todos mis libros los he escrito a mano», el año pasado apareció en CD-ROM el trabajo "Los Incas" (Lima: Fundación Telefónica, 2000). Durante la presentación del CD, cuya dirección académica estuvo a su cargo, inició la reflexión sobre un nuevo tema que próximamente propondrá para la elaboración de un nuevo CD multimedia.
Estrechamente vinculada al Instituto de Estudios Peruanos desde su fundación, la señora Rostworowski ha editado bajo su cobijo muchos títulos.
Allí, a propósito de sus ochenta años de edad, Rafael Varón Gabai y Javier Flores Espinoza editaron, con dedicación y demostrado cariño, "Arqueología, antropología e historia de los Andes: homenaje a María Rostworowski" (Lima: IEP-BCR, 1997, 813 p.), convirtiendo la entrega en un valioso e imprescindible instrumento para entender su calidad humana y profesional y su enriquecedora influencia en el mundo historiógrafico nacional e internacional. «El libro que aquí se presenta -señala Rafael Varón- reúne las colaboraciones de distinguidos colegas que de algún modo han tratado la temática abordada por María durante su fecunda trayectoria académica».
El IEP sigue con la publicación de sus obras completas (agotadas y nuevas), incluido su célebre "Pachacutec", aumentado y corregido cincuenta años después.
Además, muchas revistas acogen sus aportes, como:
• Allpanchis Phuturinqa ("Las macroetnías en el ámbito andino")
• Anales Científicos de la Universidad Nacional del Centro del Perú ("La ‘visita’ de Chinchacocha de 1549")
• Boletín de Lima ("Mitos andinos relacionados con el origen de las subsistencias")
• Boletín del Seminario de Arqueología IRA-PUCP ("Breve ensayo sobre el señorío de Ychma o Ychima" y "Urpay Huáchac y el ‘símbolo del mar’")
• Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima ("El enfrentamiento entre Huáscar y Atahualpa")
• Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines ("El señorío de Changuco - costa norte")
• Cahiers du Monde Hispanique et Luso-Brésilien ("Visitas de indios en el siglo XVI")
• Fanal ("El apogeo del Imperio")
• Cuadernos Prehispánicos ("Los Ayarmaca" y " Mediciones y cómputos en el antiguo Perú")
• Historia y Cultura ("El repartimiento de doña Beatriz Coya en el valle de Yucay" y "Algunos comentarios hechos a las ordenanzas del doctor Cuenca")
• Histórica ("Comentarios a la visita de Acarí de 1593" y "Los curacas costeños")
• Journal de la Société des Américanistes ("Orden religioso de los dibujos y rayas de Nazca")
• Journal of the Steward Anthropological Society ("Analysis of Historical Information in the Royal Commentaries")
• Latin American Indian Literatures Journal ("El dios Con y el misterio de la pampa de Nazca")
• Nueva Corónica ("Dos manuscritos inéditos con datos sobre Manco II, tierras personales de los Incas y mitimaes")
• Nueva Visión del Perú ("Etnía y sociedad" e "Historia del Tahuantinsuyu")
• Revista del Archivo Nacional ("Nuevos aportes para el estudio de la medición de tierras en el Virreinato e Incario")
• Revista Española de Antropología Americana ("Mercaderes del valle de Chincha en la época prehispánica: un documento y unos comentarios")
• Revista Histórica ("Ordenanzas para el servicio de los tambos del departamento de Huamachuco hecho por el licenciado González de Cuenca en 1567")
• Revista del Museo Nacional ("Nuevos datos sobre tenencia de tierras reales en el Incario" y "Etnohistoria de un valle costeño durante el Tahuantinsuyu")
• Southwestern Journal of Anthropology ("Succession, Cooption to Kingship and Royal Incest among the Inca").
Su ilustre nombre también va apuntado en prólogos, en compilaciones temáticas, en homenajes a colegas, en actas de congresos, en entrevistas de diversa índole y en otras tantas colaboraciones de su especialidad.
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Cargos desempeñados.
María, a lo largo de su carrera, entre otras ocupaciones ha desempeñado algunos cargos públicos relacionados a su labor intelectual:
• Fue Agregada Cultural en la Embajada del Perú en España (1964-1968).
• En 1969 trabajó en el diario Correo, a las órdenes de don Roberto Ramírez del Villar.
• De 1973 a 1974 tuvo una plaza de investigadora en el Museo de la Cultura Peruana.
• Fue Directora del Museo Nacional de Historia (1975-1980) y Presidió la Asociación Peruana de Etnohistoria, que se fundó en Lima, en 1979, a iniciativa de Fernando Silva Santisteban.
• Desde 1979, la señora María es miembro de número de la Academia Nacional de la Historia, de cuya junta directiva es vicepresidente.
• Asimismo, es miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia (España) y de la Academia Nacional de la Historia (República Argentina).
• Pertenece al Instituto Raúl Porras Barrenechea (Lima) y al Institute of Andean Studies (Berkeley, California). La Sociedad Geográfica de Lima la incorporó como miembro honorario.
• Y desde 1980 se desempeña como investigadora principal del Instituto de Estudios Peruanos, que ella misma ayudó a fundar en 1964.
Para llevar adelante sus proyectos de investigación ha recibido el apoyo de las fundaciones Wenner Gren, Ford, Guggenheim y Volkswagen, del Fomciencias y del Concytec.
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Reconocimientos.
Y, por supuesto, los reconocimientos no se hicieron esperar:
• Premio Nacional de Cultura ‘Inca Garcilaso’ (1952) [aprobado, pero no entregado; se lo dieron a otra persona por razones políticas].
• Premio Howard F. Cline for American History / Honorable Mention (1981)
• Pese a que María siempre proclama no haber enseñado nunca, su amplio y cada vez más popular magisterio fue reconocido por el Estado cuando le entregó en 1990 la condecoración de la Orden de las Palmas Magisteriales en el grado de Amauta.
• María Rostworowski recibió el doctorado Honoris Causa en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (1991) como reconocimiento a su labor pionera en los estudios etnohistóricos del Perú. Al recibir la medalla que simboliza este grado académico, el primero que recibió en su vida, María, emocionada y con voz temblorosa, agradeció, con modestia pero con certeza, la imposición que ella sabía que merecía. Habían transcurrido entonces cuatro décadas desde la aparición de su primer libro (ganador del premio antes mencionado), y publicado un año después bajo el título de "Pachacutec Inca Yupanqui" (Torres Aguirre, 1953).
• Premio ‘Juan Mejía Baca al autor’ (1993)
• Medalla y diploma de la ciudad de Lima (1994)
• Premio ‘Sigillo D’Oro’ del Centro Internacional de Etnohistoria (Palermo-Italia, 1996).
• La Universidad Católica de Santa María (Arequipa) la hizo su profesora honoraria en 1996.
• La Pontificia Universidad Católica del Perú, la distinguió como Doctor Honoris Causa "…en reconocimiento a su larga y fructífera labor investigadora en el campo de la historia del Perúprehispánico" (Resolución de Consejo Universitario n° 860/96, de 22 de mayo de 1996); al igual que la Universidad Femenina del Sagrado Corazón (Lima: 1996); y la Universidad Nacional de Trujillo (1997).
• En 1997 la Biblioteca Nacional del Perú puso su retrato en la Galería de Intelectuales.
• En el 2001 fue condecorada con la Orden ‘El Sol del Perú’ en el grado de Comendador.
¿Quién no ha oído hablar de la señora Rostworowski aunque no sepa pronunciar ni escribir su apellido?
• La señora María Rostworowski fue presentada al Premio Southern Peru 2001 y Medalla José de la Riva-Agüero y Osma a la creatividad humana por el Instituto de Estudios Peruanos y por la Fundación Telefónica con un argumento contundente: "…la trayectoria que ha cumplido durante más de cincuenta años a favor de la historia peruana y andina".
Tienen razón. Porque ella misma contestó en cierta ocasión al periodista Mario Campos cuando le preguntó ¿Cómo quisiera quedar usted?
«Como alguien que amó muchísimo al mundo andino y trató de compartir ese amor con los demás peruanos».
Acta del Premio Southern Peru 2001.(Mostrar)
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PREMIO SOUTHERN PERU MEDALLA JOSÉ DE LA RIVA-AGÜERO Y OSMA 2001 A LA CREATIVIDAD HUMANA
ACTA DE LA SESIÓN DEL JURADO
LIMA, 11 DE OCTUBRE DEL 2001
Por acuerdo de la Pontificia Universidad Católica del Perú y de Southern Peru Copper Corporation, el Premio Southern Peru, Medalla José de la Riva-Agüero y Osma, a la creatividad humana fue convocado para las especialidades de Humanidades, Ciencias Sociales (incluidas Derecho y Economía) y Artes. (artículo 3 del Reglamento del Premio).
De conformidad con el artículo 5 del Reglamento se había pedido al Dr. Luis Jaime Cisneros Vizquerra, al Dr. Guillermo Lohmann Villena y al Dr. Francisco Miró Quesada Cantuarias ser miembros del Jurado, lo que aceptaron gustosos.
Los miembros del Jurado mencionados, recibieron y estudiaron los expedientes de los candidatos y, después de haberse reunido el 4 de octubre, presentaron al Presidente del Consejo Permanente una selección preliminar.
El 11 de octubre se reunieron los miembros del Consejo Permanente, R.P. Felipe E. Mac Gregor, S.J., Presidente; Ingeniero Luis Guzmán Barrón Sobrevilla, Vicerrector Académico de la PUCP; Ingeniero Oscar González Rocha, Presidente y Director General de Southern Peru Copper Corporation, Ing. Alberto Giesecke Matto, Dr. José Agustín de la Puente Candamo, Dr. Carlos Monge Cassinelli y los miembros del Jurado, Dr. Luis Jaime Cisneros Vizquerra, Dr. Guillermo Lohmann Villena y el Dr. Francisco Miró Quesada Cantuarias.
Con el quórum reglamentario el Presidente declaró instalada la sesión a las 12 m. de la tarde.
Las personalidades y los miembros del Consejo Permanente, después del debate en el que se puso en evidencia la calidad de los concursantes que quedaron finalistas, acordaron por unanimidad conferir el Premio a la Dra. María Rostworowski Tovar, en mérito a la creatividad presente en su obra como etnohistoriadora y docente.
Felipe E. Mac Gregor, S. J.
Presidente
Consejo Permanente
Premio Southern Peru
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Algunas Entrevistas.
• Entrevista a María Rostworowski, por Nelson Manrique.(Mostrar)
http://www.andes.missouri.edu/andes/Cronicas/NM_Rostworowski.html
María Rostworowksy es sin duda alguna una de las más importantes intelectuales peruanas y son muchos sus aportes a la comprensión de la historia andina. Es también una mujer excepcional, cuya vida da luces sobre la historia de este siglo que termina. De esas y otras cosas conversamos.
¿Podrías contarme cómo es que llegaste a la investigación científica?
Me gustó siempre la historia. Desde cuando estaba en el colegio, en Bélgica, me interesaba mucho; el medioevo me fascinaba.
¿Tu familia de dónde es?
Polaca. Yo soy barranquina.
¿Cómo llegó tu padre al Perú?
Mi padre era un hombre sumamente culto, hablaba ocho idiomas; era agricultor pero creo que no le interesaba mucho la agricultura, lo que le interesaba era la poesía. Escribía poemas pero por la guerra nunca se publicaron. Era un hombre muy curioso, muy inquieto. Salió de Polonia porque creo que quería cambiar de ambiente. Estuvo de ingeniero agrónomo en Haití y allí atrapó un tremendo paludismo. Le dieron tanta quinina (eso fue a principios de siglo) que perdió el oído; luego regresó a Suiza donde siguió un tratamiento y lo recobró. Después, ya en París, no sabía qué hacer; era amigo de los Darcourt, que se venían al Perú, y le dijeron: ¿por qué no se viene con nosotros? Dijo bueno, y se vino, y le gustó el Perú.
¿Ya estaba casado?
No. En el Perú conoció a mi madre y se enamoraron. Después regresó a Polonia; en esa época había que pedir permiso al hermano mayor. Los miembros de mi familia polaca eran intelectuales. Entre mis tíos está Karol Humberto Rostworowski, uno de los mayores dramaturgos de Polonia. Mi tío Miguel era abogado internacionalista, uno de los primeros del Tribunal de La Haya. Mi familia era sumamente religiosa, católica. Mi tío Juan era uno de los grandes oradores jesuitas. Mi tío Alberto, hermano de mi padre, fue senador por Varsovia y uno de los que hicieron la Constitución polaca después de la guerra. Mi otro tío, Antonio, fue uno de los fundadores de la Universidad Católica de Berlín. Todos escribían. Un primo mío entró a la Academia de Historia de Polonia el mismo año que yo llegué aquí. Pero mi generación, como que se truncó después porque muchos murieron en la guerra. Sin embargo, otro primo mío es uno de los grandes especialistas en Rembrandt de Europa y lo convocan cuando necesitan expertos. O sea que es una familia de intelectuales...
Es notable que con esos antecedentes familiares, tu padre terminara viniéndose al Perú.
Bueno, mi padre era aventurero y le gustaba lo nuevo, lo exótico; para él el Perú era algo totalmente distinto. Mi familia materna es gente afincada aquí desde tiempo atrás; yo creo que son del siglo XVII; tengo documentos sobre ellos. Mi abuelo hablaba quechua y aymara, fue presidente del Senado; ahí está su retrato, es de los primeros peruanos que fueron a investigar a los Estados Unidos. Tenía el título de ingeniero agrónomo; fue uno de los primeros. Era una persona muy dinámica. Me imagino que era gamonal, pero un gamonal con inquietudes. Todo su dinero se perdió: yo creo que la vida tiene altas y bajas, y es más fácil hacer fortuna que conservarla; todo se pierde. Tenía muchas haciendas en Puno porque se casó con una persona rica. Nunca me he explayado en mi biografía. He sido concebida en los Andes, en Puno, y pienso que eso para mí es importante porque creo que de ahí viene ese profundo sentimiento andino que tengo.
¿Hiciste tus estudios secundarios en Europa?
Sí, primarios también, pero en una hacienda. Nos fuimos de aquí cuando tenía cinco años. Estuvimos dos años en Polonia, pero mi madre no aguantó su clima duro y entonces mi padre compró una hacienda en Francia. Mi infancia ya consciente es francesa. Yo amaba mucho ese sitio, ese rincón. Me gusta mucho el campo y me siento en el fondo campesina. Ahora, después de tanto tiempo en Lima, forzosamente ya soy citadina, pero a mí el campo me fascina. Cuando vine a Lima, Lima me traumó porque era árida, el verde era sucio. Me imagino que mucha gente que viene de la sierra tiene el mismo sentimiento que yo...
Puedo testimoniarlo...
Sí, esa falta de verde, de naturaleza. No me acostumbré al principio al Perú, en absoluto. También contribuyó a eso que mi matrimonio polaco naufragaba; salí encinta, el malestar y todo eso hizo que no me adaptara al Perú. Después, cuando nació mi hija, me fui con mi padre al Cusco; me deslumbró su luz, su aire, su clima, porque era diciembre: fue para mí la revelación de otro Perú.
Era el Cusco de antes del terremoto y la reconstrucción.
Así es. Te estoy hablando del año 36; era algo maravilloso y para mí era una apertura a otro Perú. Fue muy importante porque después tuve que regresar. Yo siempre he soñado con vivir en el Cusco, por lo menos unos años para investigar, pero las situaciones de la vida te llevan por caminos distintos a los de tus deseos. Después mi padre compró una hacienda en Huánuco y pasamos tres años allí; ya estaba divorciada. Huánuco era muy bonito, teníamos una casa con una huerta muy grande; tenía un caballo y podía montar a caballo y recorrer pueblos; eso me reconcilió con el Perú. Después, pasado un tiempo, me casé con Alejandro Diez Canseco y él me ayudó a comprender el Perú. Por eso en la Historia del Tahuantinsuyo se lo agradezco expresamente. Viajamos mucho y me estimuló enormemente para que investigara, porque yo tenía enormes inquietudes por el Perú; a borbotones tenía la inquietud y había que encauzarla. Leí el libro de Markham que habla mucho de Pachacútec y me entusiasmó la idea de investigar. Yo soy autodidacta...
¿No has seguido estudios universitarios?
No. Fui alumna libre en San Marcos pero yo iba a escuchar a quien me interesaba, y a quien no, no iba.
¿Y quién te interesaba?
Bueno, me interesaban Tello, Valcárcel, Porras. Porras consiguió que yo pudiera ir de alumna libre, de cachimba y hasta sacar libros de la universidad.
¿Estabas casada?
Ya estaba en el segundo matrimonio.
Es excepcional que en esa época el esposo alentara a su esposa a salir de la casa para formarse.
Sí. Tengo que confesar que tenía dos empleadas magníficas; siempre he tenido empleadas maravillosas que forman parte casi de la familia y me decían: «señora, vaya nomás a la universidad y no se preocupe que nosotras vemos todo». Yo nunca he sido fuerte de salud; ahora de vieja sí, pero de muchacha y de mujer joven, era bastante enfermiza; me habían operado varias veces, tuve una serie de enfermedades y no podía hacer una vida muy activa; pero para ir al archivo sí tenía tiempo.
Era a fines de los cuarenta. Recuerdo haber ido al archivo durante dos años todos los días, como si fuera mi trabajo. Pero tenía que hacer una vida bastante descansada, en cama bastantes horas, y mi marido me traía todas las crónicas que entonces estaban saliendo y eso me ayudaba para ficharlo casi todo.
Para recuperarme de un paludismo, una de mis muchas y recurrentes enfermedades, un invierno fuimos a Ancón (que a mí me gustaba en invierno, no en época de temporada) con mi hija y mi marido. Estábamos en la pensión nosotros y ahí venía a almorzar Porras que organizaba reuniones en un departamento con todos sus discípulos, y entonces le interesó que una mujer joven estuviera leyendo a Riva Agüero. Conversamos y yo le hablé de mi inquietud por escribir sobre Pachacútec y me ayudó. Vio mis cuadernos, me dijo «hay que botar esto, hay que hacer fichas». Entonces me enseñó desde lo preliminar: cómo fichar, cómo investigar; los puntos básicos de un investigador: la veracidad de lo que uno dice, citar siempre exacto, nunca citar de citas, qué sé yo, todas las cosas básicas de lo que es una ética del investigador. Después empezó a darme bibliografía a medida que yo iba trabajando, y entonces ya no iba tanto a San Marcos, porque, como te digo, no tenía una salud muy buena. El más bien venía a la casa, en parte porque a mí me gusta cocinar, soy buena cocinera.
Ese era un importante atractivo para que Raúl Porras fuera a tu casa.
Claro, la buena comida siempre es un atractivo para los varones. Yo hacía platitos franceses y él venía generalmente con sus discípulos o a veces solo. Después del almuerzo teníamos una tertulia y lo recuerdo sin su chaleco, caminando de arriba a abajo y yo apuntando todo lo que me decía: «archivo tal, archivo cual, ve a tal, ve a éste, ve al otro, busque aquí».
En ese sentido me ayudó pero yo nunca he ido, por ejemplo, a las reuniones en su casa porque mi marido —que era muy celoso— no me hubiera dejado. Estaba muy limitada, pero yo me encontraba tan feliz con mi investigación sobre Pachacútec que no me importaba y seguía trabajando. Eso duró más o menos 7 o 9 años, entre escribir e investigar y sé que fiché e investigué muy meticulosamente las crónicas, con fichas cruzadas de una exactitud de principiante.
Después le di el libro (??) a Porras para que lo leyera. Le gustó, era justamente el año 51. El Congreso Internacional de Peruanistas, organizado por el cuatricentenario de la fundación de San Marcos, fue mi debut, porque me dijo que presentara una ponencia sobre las sucesiones incas, que encontró muy original...
¿Cómo fue recibida la ponencia?
La ponencia muy bien, pero yo con unos sustos terribles. Yo soy tímida; claro, ahora no lo soy tanto, porque si a los 81 años fuera tímida pues ya sería un fracaso total, pero me ha costado mucho trabajo sobreponerme. Como había estudiado siempre sola, sin colegas con quienes discutir, fuera de Porras, no tenía costumbre de explayarme, de conversar con otros, y hasta ahora me ha quedado un poco de eso.
O sea que tampoco tenías conciencia de la importancia de lo que habías hecho.
Ah no, ninguna, ninguna. Sencillamente el tema me apasionaba. Me imagino que soy muy apasionada en eso. Mi hija sentía celos porque yo le decía: «es tu hermano Pachacútec», y ella me respondía, «no, yo soy hija única». Esa cosa de chicas, ¿no?
Tu libro Pachacútec Ynca Yupanqui debió haber sido premiado, ¿no es cierto?
Sí, pero no me dieron el premio; me lo quitaron.
Cuéntame.
Era el premio Garcilaso de la Vega, que otorgaba entonces la Casa de la Cultura. Me lo quitaron por una situación curiosa... Después me enteré de los entretelones: el gobierno sostenía un juicio con la casa Cosmana y no había forma de coimear con dinero a Eguiguren para que apoyara al gobierno en ese juicio. La única manera era dándole lo que él quería: el premio por un trabajo que no era original. Y se lo dieron.
¿Ya había un fallo del jurado?
Con fallo del jurado y todo. Entonces, como compensación y para que me callara la boca, me ofrecieron publicar el libro. Mi marido dijo «de ninguna manera; yo publico tu libro; no quiero nada». Porras se portó muy hidalgamente conmigo porque renunció, protestó. Ahí tengo los recortes de periódico de todo ese suceso. Fue una injusticia muy grande. Bueno, esa fue mi primera experiencia.
¿Sientes que de alguna manera ha habido una reparación a esa injusticia?
Sí, claro, a la fecha sí.
Estaba pensando que es un gusto que el reconocimiento llegue.
Sí, es una compensación, porque me dolió muchísimo. Y entonces, yo le dije a Porras: y ahora qué estudio...? Y Porras me contestó: «por qué no estudia a Toledo». Yo le dije «no, no quiero saber nada del virreynato, yo me quedo en los Andes».
Pensaba en Raúl Porras y su inclinación por la Colonia, el virreynato, Pizarro, etc., y usted con Pachacútec. De alguna manera siento que era una especie de contraparte muy curiosa, ¿no?
Sí, yo creo que a Porras lo influencié porque después cambió, no era ya tan extremista. Una cosa que lo cambió fue ser embajador del Perú en España. Le pasó lo de Garcilaso: aquí se sentía español, allá se sintió peruano. Defendió la bandera y tuvo líos allá. Yo creo que un poco, un poquito, lo influenciaría.
Este tema me parece particularmente importante porque conmemoramos su centenario...
Sí, yo creo que le abrí un poco horizontes indígenas.
Vamos a hablar de tus períodos básicos de formación. Hay temas que son dominantes en la profesión de un autor...
Para mí la costa. Yo quería el Cusco, mi corazón era cusqueño, con mi amor por Pachacútec, los incas y todo lo demás, pero me era imposible ir al Cusco, tenía marido, hija, padre, no había forma de ir al Cusco. Fui dos o tres veces y me di cuenta de que era absolutamente imposible. Yo quería trabajar en los libros parroquiales pero era imposible, entonces no me quedó otra cosa que estudiar la costa porque era el lugar donde vivía. Yo tenía acceso a los archivos limeños. Es así como trabajé en esto de los Curacas y sucesiones durante dos años y comencé a estudiar la costa; me fui interesando cada vez más. Una palabra puede ser un derrotero. Por ejemplo, Collique fue para mí una palabra mágica, no sé por qué, por intuición quizás. Pero yo dije «esto es un derrotero» y seguí estudiando Collique, y no era cusqueño. Es así como el destino, si quieres, me llevó a estudiar la costa y después me fui entusiasmando y llegué a seguir estos estudios durante dos años, y desde ahí casi todo el tiempo.
Es un tema que no has dejado.
No, ahora acabo de terminar el segundo tomo de Ensayos de Historia Andina y los temas son las rayas de Nazca, donde propongo una hipótesis diferente a la de María Reiche: yo no creo en el calendario; yo creo que es mágico religioso. Es que hay que meterse en el alma de la gente. Eran animistas: el mar, la tierra, el viento, todo eso tenía vida.
¿Cuál es tu hipótesis para explicar el porqué de las rayas de Nazca?
Primero, que son costeños del siglo III; no creo que se interesaran realmente en un calendario tan complicado; ni ahora lo entienden. Para mí su calendario era lunar. Según un documento de 1558 los costeños no adoraban al sol sino a huacas; todo eso me hace pensar que no era un calendario, que más bien era algo mágico religioso. Con nuestra mentalidad resulta difícil entrar en la mentalidad de gente de otra época. Creo que ante todo hay que ver, y es una de mis preocupaciones, el modo de pensar andino, la lógica andina. Bueno, sería muy largo explicarte Nazca.
Después me interesé por las islas del litoral, por los recursos hidráulicos, porque sin ellos no se puede vivir en la costa. Si hablo de costeños y serranos no es con la idea de apoyar a unos o a otros, sino para mostrar la situación en que vivía nuestro pueblo, nada más, como, por ejemplo, con el agua. Los serranos se sentían con derecho a las tierras costeñas porque el agua viene de la serranía, pero cuando había una sequía se juntaban serranos y costeños y abrían las lagunas. Desgraciadamente el documento no dice cómo abrían las lagunas y en qué consistía abrir lagunas. Y así una infinidad de pequeñas cosas que me hacen ver el sentido de lo costeño. Ahora ya me gusta la costa, no la ciudad; me gusta la costa lejos de la población.
Entiendo que la primera mitad de la década de los 60 fue un período de intensos debates, que ya no atañen a tal estilo iconográfico en particular, o a tal rasgo estilístico, sino a algo más de fondo, que es una racionalidad andina. Pienso en Polanyi y en Murra.
Claro...
Cuéntame un poco.
Bueno, mientras vivió mi marido yo permanecí totalmente aislada y no podía entrar en contacto con nadie. Si bien mi marido me apoyó bastante en el estudio, después «la criada le resultó respondona». Eramos muy amigos del grupo indigenista de José Sabogal; aquí tengo el cuadro que me pintó Sabogal, no porque yo se lo pidiera sino porque él me quiso pintar. Eramos amigos de Arguedas, de todo ese grupo. Y en una oportunidad Arguedas mete la pata y nos presenta: «María Rostworowski y el esposo de María Rostworowski». Eso me valió un mes entero de peleas. Fue algo terrible. Esa era mi situación en esa época; que no podía salir de casa. Después muere repentinamente mi marido, hombre sano y fuerte, en diez minutos, con una embolia, el año 61.
Fue muy duro para mí porque, primero, formábamos una linda pareja, pero quizás si hubiera vivido ya no habría podido seguir trabajando, porque uno necesita conversar con colegas, necesita interlocutores y no puedes vivir siempre encerrado en tu casa. Creo que su muerte me traumó tanto que no pude investigar durante más de 6 años. Además, tenía que trabajar. Quedé en una situación no muy buena. Fue una época muy dura. Heredé una ladrillera y ahora dime ladrillo y para mí es una mala palabra.
¿Qué hacías ahí?
Era la directora, tenía que manejar una ladrillera. Y tenía una muy buena cartera de clientes pero se me acabaron las tierras. Tuve que comprar tierras, fue muy duro...
Así que tuviste tu etapa empresarial también...
También, sí, pero está casi borrada del mapa de mis trabajos. Después me dieron la agregaduría cultural en Madrid, lo que me permitió ir a archivos. Pero no fui mucho, porque me interesó enormemente la parte humana de los estudiantes.
Yo quería hacer antes un balance de lo que hemos conversado; con relación a qué significaba ser mujer en el Perú de los años 50, porque hay cosas muy especiales en la relación con tu esposo que me parecen combinar continuidad y cambio.
Sí, era un poco oponerse a todo, que yo no viera a nadie, que no fuera a ninguna parte. Murra me invitó un día a tomar té, yo tuve que decirle que no y me sentí tan tonta de decirle no, no puedo, estoy ocupada... Después él me contó que suponía que algo así debía pasarme. Un día Rowe me invitó a tomar un café —una cosa normal— y él dijo no, aquí en la casa. A almorzar. Entonces ese día hice una comidita —bien rica, para qué—; fue frustrante a más no poder: no abrí la boca, toda la familia metió su cuchara, inclusive mi hija, y yo no hablé con Rowe para nada, y se fue y no intercambiamos nada. Después lo he conversado con él.
¿Y no había espacio para arreglos?
Nada, era muy difícil.
¿Pero era el medio o qué lo que hacía imposible la rebelión?
No podía haber rebelión, primero porque fuera de eso me llevaba bien, porque mi marido se ocupaba de mi hija que no era de él sino del primer matrimonio, y era un verdadero padre para ella. Entonces no se puede ser malagradecida y rebelarse contra una persona que muestra tanto cariño y afecto.
Y que además está convencida de que las cosas son como deben ser.
Claro, yo quería liberarme pero no podía. Además vivían con nosotros mis padres, yo estaba completamente amarrada, no podía. Me acuerdo que tuve que suspender las clases de Tello porque eran a las 7 de la mañana y a las 6 se confabulaban mi marido con mi hija para no dejarme salir temprano. Entonces forzosamente tenía que quedarme en la casa. Pero cuando tuve la libertad, estuve tan agobiada por la pérdida, por el trabajo, por las dificultades económicas, por un trabajo que no conocía, que era ajeno a mí, a mis gustos, que poco podía hacer, ni pensar en escribir, ni investigar, nada.
Hay un paralelo interesante que se me ocurre. Trabajando documentos sobre Clorinda Matto...
...yo enviudé a los 45.
Ella tenía 29 años cuando se queda en esa condición y tiene que hacerse cargo de un molino de trigo y del rescate de lana durante años para sobrevivir. Veo que 80 años después la situación en el Perú no era muy distinta.
No, y en Lima igual que allá.
Estuviste fuera entre el 64 y 69...
En principio del 64 al 68, pero como tenía pagado mi departamento me quedé tres meses por mi cuenta, y es ahí que pude encontrar el documento de Chincha. En Madrid investigué muy poco porque me dediqué a los estudiantes peruanos. Y fue una labor muy grata para mí que me ayudó a reponerme. O sea que yo les debo también agradecimiento: yo les di y ellos me dieron. Había que ayudarlos, estaban abandonados. Me acuerdo que el Ministro Consejero me dijo: «María, por favor, no se meta con estudiantes», y yo fui donde el embajador y lo convencí de que era una obligación. Yo decía «si voy a estar acá ganando dinero del Estado, yo quiero hacer algo, son ciudadanos peruanos que necesitan apoyo; ir a cocteles no me interesa, yo quiero ocuparme de los estudiantes». Lo primero que hice fue un censo. Escribí cartas a todos los cónsules para ver cuántos chicos peruanos había en distintos sitios; claro que el censo no era completo pero reveló que eran más de 3 mil, lo que es bastante. Pero me las ingenié. Ellos sabían que podían recurrir a mí en caso de dificultad. Me las arreglé para tener acceso a los que daban los títulos; se demoraban años para dárselos; yo en 8 días se los conseguía; iba, pasaba mi tarjeta, decía: «acá el muchacho necesita, por favor ayúdeme...» y le daban facilidades, hasta perdí mi timidez. En parte algo me queda, un rezago. Después, en muchos otros casos, cuando estaban con problemas, he sido madrina de matrimonio, de nacimiento; soy madrina de matrimonio de Corcuera.
Hablaste de una reconstrucción personal hace un momento.
Sí, mira, eso me ayudó. Y también algo de lo que casi nunca he hablado: con el agregado cultural se ofreció la oportunidad de ir de misionera al Leprosorio de San Pablo, en la frontera con Brasil; inclusive me cayó un dinero que no esperaba...y me fui; una experiencia así también me ayudó mucho. Gente que realmente tenía tales problemas, que lo mío no era nada. Te podría contar cada caso, que realmente me hacían sentir muy infeliz...Creo que inconscientemente buscaba cosas que me ayudaran a reponerme, a rehacerme, a entrar en mi ser. Pero todo eso tomó años.
Ahora, me imagino que para el 68 tu hija ya era independiente.
Era casada, con hijos y todo.
Entonces realmente ya estabas en condiciones de iniciar una nueva etapa en tu vida.
Sí, ya podía.
Es la época del gobierno de Velasco. Retornas a un Perú que ha cambiado.
Ah, sí, con Velasco. Y entonces me ofreció Martha Hildebrandt ser directora del Museo y estuve ahí 5 años. La verdad es que no me gustó el trabajo. Yo quería hacer cambios en el Museo, pero no me lo permitían. Quería hacer reformas pero me cortaron toda iniciativa. Entonces me dediqué a investigar; de ahí salió la historia de los Señoríos indígenas de Lima y Canta, que publiqué después.
Un hito ...
No creo que sea mi obra mayor. Yo creo que mi obra mayor es Poder, ideología religiosa y política.
Es una obra de síntesis, ¿no?
Yo creo que es la que más he tenido que pensar porque tienes que rumiar los problemas, meterte dentro de lo que pensaban, de lo que sentían. Cuando hablas de un personaje no tienes referencias directas, porque te llegan a través de la documentación española. Y ahí viene el problema de entender qué cosas nos dicen y cuándo las están diciendo, pues a veces se desdicen de lo que han dicho porque no encaja con la realidad y uno ni cuenta se da.
No encaja en los esquemas mentales con que están viendo la realidad.
Sí, no encaja porque en vez de buscar la mentalidad andina se vierten ellos, entonces te hablan de primogenitura, de bastardía, cosas que no existieron en el mundo andino. Ese es un peligro que constantemente acecha al historiador y del cual hay que estar constantemente prevenido. Por eso no he querido hacer nunca una reedición de «Pachacútec», porque me han asaltado muchas preguntas, a veces sin respuestas. Sólo ahora que se va a editar un libro en homenaje a Aurelio Miró Quesada, he preparado un trabajo cortito sobre quién fue Pachacútec Ynca Yupanqui y doy las dos versiones, la del 53 y la de ahora, mucho más andina.
Sería interesante confrontarlas ambas.
Que los investigadores como tú busquen, investiguen; yo no opino.
Estaba pensando que en tu preocupación central por la costa, por los hombres y las mujeres de la costa, hay un par de temas que me parecen interesantes. Te pediría conversar sobre ellos. Sobre doña Francisca Pizarro y el Cristo Morado.
Bueno, Francisca Pizarro es mujer. Y como es del mismo género que yo, pues me interesó lo que sintió. Pizarro trató de hacer de ella una española. La separó probablemente de su madre apenas terminó la lactancia. Tuvo una aya española. La cuñada, doña Inés Muñoz, fue su madre sustituta. Cómo la arrancaron, cómo debió sentirse. Y después, en otro trabajo que tengo, en un artículo de este nuevo libro que es un juicio de hechicería de 1547 de doña Inés Huaylas Yupanqui, hago una comparación entre la infancia de Francisca y la infancia de Garcilaso.
Es muy interesante ver el paralelismo y la diferencia entre ambos. La madre de Francisca fue rechazada a temprana edad. Es el padre quien la educa, el padre quien le habla de España; seguramente comentan todas las hazañas de la conquista y por último es enviada por la Corona a España y allí se casa dos veces. Garcilaso, al revés, tiene la madre cusqueña, la madre que con todo el cariño cusqueño da a sus hijos toda su educación. Entonces hay una diferencia enorme en cómo se desarrollan sus vidas después. Yo creo que esa etapa materna es muy importante, marca a los dos. Y cómo después Garcilaso, que se sintió acá español y allá se sintió indio, emprende un retorno a esa madre, a ese tío, a esos antepasados. Entonces es muy bonito comparar...
Mientras que Francisca, va y regresa...
Pero no creo que haya tenido muchos sentimientos por su madre, porque en el testamento Francisca le deja su herencia si a ella le pasa algo en el viaje, pero no hay una palabra de cariño. No sabemos si alguna vez la madre le habló en quechua, seguramente de pequeña, si le dio un sobrenombre quechua como su «guagua». Eso no lo sabemos. Entonces no sabemos si en ella quedó un resentimiento de eso.
Decías que te interesaba porque era mujer, y esto al parecer desde los años 50, pero yo me atrevería a decir que el momento para estudiarla fue precisamente en los 80 y no en el 50.
No, es que en el 50 yo no sabía nada de nada.
Ya estabas trabajando...
Pero estaba toda metida en el Cusco.
Pienso que de alguna manera ayudó la emergencia del movimiento feminista...
No soy feminista...
En la reflexión...
No estoy para nada en el movimiento feminista porque nunca he querido ser hombre, porque estoy muy contenta de ser mujer...
¿Crees que las feministas quieren ser hombres?
Sí, yo creo que lo añoran. Son explicaciones que mis amigos sicoanalistas dan, yo no entro en eso. Pero yo siempre estuve contenta de ser mujer. Tiene muchas ventajas si lo quieres aprovechar. Ante los mismos varones, no necesitas ser prepotente, mejor te haces la pobrecita, la que no sabe hacer nada y el varón corre a hacerlo todo.
Pero me has estado hablando de tus dificultades para liberarte en los años cincuenta.
Bueno, pero ahí es que había cambiado un poco. Yo ya había escrito un libro y ya no sabía cómo seguir, cómo podía hablar con colegas... Creo que había agotado el estar sobre mí misma. Era ya una planta agotada, que tenía que abrirse sus propios horizontes.
A pesar de las limitaciones que tuviste en el 50, pienso que de todas maneras tenías ventajas que eran excepcionales para las mujeres de entonces.
Claro, mi marido trabajaba y yo no necesitaba trabajar, podía dedicarme...
Pese a los límites que te podía poner hubo un apoyo, un estímulo que quizá no tenían otras mujeres...
Ah, sí, ahora, por ejemplo, a mi marido le encantaban los dulces criollos de cuchara. Yo los hacía, no me importaba estar una hora batiendo, pero yo estaba leyendo mi cronista.
Leyendo tu cronista y moviendo tu cuchara.
Sí.
Quedaba más rico, seguro.
Sí, es que batía mucho. No, mira, cuando tú quieres conseguir una cosa, la consigues. Todo depende de la intensidad de tu deseo de conseguir algo, y yo sabía que sobre la cabeza de un tiñoso yo iba a investigar, y lo logré.
¿Qué permanece y qué cambia de estos años de los que hemos conversado?
De mi vida...
De tu vida intelectual para circunscribir más...
Mi apego al mundo andino.
Esa es una continuidad...
Esa es una continuidad que ya será para siempre. Me hicieron no hace mucho un reportaje: «María de los Andes» me han puesto, soy andina...
Ahí hay una continuidad, pero sospecho que lo que dices sobre los Andes suena de una manera diferente a como podías percibirlo en los 50.
Claro, es que había una incomprensión...
Algo ha cambiado, digamos.
Mucho, porque piensa que yo comienzo a trabajar como mujer, era un handicap tremendo ante el machismo de entonces. «Estudio indios», como me decían despectivamente. Después soy autodidacta y lo digo; nunca he tratado de decir que he estudiado porque sería una tontería, además porque me siento muy orgullosa de ser autodidacta. Sabes que yo lo veía antes como un handicap tremendo, pero creo que ha sido bueno porque los profesores me hubieran exigido seguir lo que ellos querían y yo quería hacer lo mío. Entonces creo que no me han maleado.
Esa es una buena cosa.
Entre comillas.
Me gustaría, para terminar, hablar algo sobre el futuro.
Bueno, mira, tengo un largo pasado, tengo un larguísimo pasado... Ochentaiuno es bastante. Tengo un presente y no tengo un futuro porque el futuro se acaba en cualquier momento y no me importa que se acabe. Ya, pues, ya hice mi trabajo, ya hice mi obra, mi hija, mis nietos casados, tengo 7 bisnietos. ¿Ya para qué más?
Pero tienes planes.
Tengo planes porque no puedo vivir sin investigar.
Estamos conversando rodeados de un conjunto de textos que tienes a tu alrededor y...
Sí, siempre los tendré mientras pueda, pero ya no es...
¿Qué estás trabajando?
Mira, ahora estoy haciendo pequeñas cosas. Después quieren publicar el documento de Pachacamac, un volumen de más de 200 folios que es muy interesante para muchas personas, porque de un documento así cada quien saca lo suyo y hay que pensar en los demás, en los otros investigadores; publicarlo para que lo tengan a mano. Entonces se va a publicar, pero tengo que hacerle el prólogo, la introducción. He tenido que releerlo desde el principio, y volver a fichar. Y siempre me interrumpen porque quieren otras cosas.
Y así me dices que no tienes futuro.
Pero no es un futuro largo ni pensado a largo plazo. No tengo largos plazos.
Nadie sabe, uno tiene 5 años y no sabe si tiene futuro más allá del día siguiente, pero...
Sí, pero tampoco quiero tener un futuro vegetal ni esas cosas, ¿ah? Eso no es futuro.
Disculpa, pero si hay algo diferente en este país a un vegetal es María Rostworowski trabajando.
No sé si lo es, pero tú no sabes cómo puedes quedar de una enfermedad, de un accidente. He escrito una carta a mi nieto en la que le digo: si por enfermedad o accidente me ponen tubos y todas esas cosas, no me da la gana. Nadie puede decidir hacer eso de mi vida. Mi vida es mía y yo decido lo que quiero de mi vida. He prohibido terminantemente someterme a esa prolongación de enfermedades.
Reivindicas el derecho a disponer de tu vida.
Es mi vida, yo la he vivido, la he sufrido, la he gozado. Es mía; yo dispongo, y nadie más tiene derecho. En eso tengo ideas bien claras sobre lo que quiero y lo que no quiero.
Completamente de acuerdo contigo. Y sobre lo andino qué piensas para el futuro. Hay una serie de cambios, Lima ya no es lo que era.
Mira, si tú comparas la Lima que yo he conocido, del año 85 al 97 hay enormes cambios a favor, no en la belleza de Lima pero sí en la gente. Ya no hay ese repudio al indio. El indio ya está integrado al país. Habrá afeado a Lima, pero Lima tomó conciencia de los Andes porque los Andes han venido a Lima, y yo me alegro; me alegro, porque es la única manera en que iban a darse cuenta de que hay otro Perú.
¿Crees que haya desaparecido el racismo en Lima?
Está desapareciendo. En la gente joven tú lo ves. Para mí la esperanza es la gente joven. La gente joven tiene otra visión, otros deseos, que ya se están integrando; ya estamos formando una nación. Y una cosa que yo veo como ejemplo de integración es la comida peruana, una de las mejores comidas del mundo. ¿Y qué es?: integración total.
Mejor que mejor, porque nos da una riqueza interna que es ese crisol que se está formando, que va a dar una visión muy rica.
Y el Señor de los Milagros.
Pues las reminiscencias de Pachacamac.
Pachacamac y la herencia africana.
Ese crisol. A mí lo que me gusta del Señor de los Milagros es que surge espontáneamente como un movimiento popular. No es de la Iglesia; la Iglesia no ha hecho al Señor de los Milagros. Es la unión indígena y negra, espontánea y popular, la que lo crea. Por eso es rico y por eso subsiste hasta hoy día y subsistirá, porque proviene de las profundas raíces étnicas nuestras. Eso es justamente lo que debe pasar en el Perú, esa amalgama. No podemos negar lo español, no podemos negar lo negro ni lo andino. Esa amalgama. Ese es el futuro del Perú. Y por eso yo creo profundamente en el futuro del Perú. Tenemos que integrarnos y ya lo estamos haciendo; queriendo o no queriendo lo estamos haciendo, y la gente joven sobre todo.
Hace un par de años estuvimos en la entrega del premio Juan Mejía Baca y...
Fuimos premiados los dos...
Y... hablábamos de la reparación que suponía ese premio, en relación a la injusticia cometida tres décadas antes con el premio que debieron haberte dado...
Sí.
Ahora has recibido una nueva distinción. ¿Cómo se siente «María de los Andes» al ser reconocida?
Muy contenta, y naturalmente porque junto conmigo son los Andes; no estoy sola. Ya principian a interesarse por los Andes, ya principian a estudiarlos. Por lo menos sonarán ya un poquito los Andes. Y por eso es que me gusta.
Debe ser un gusto saber que uno ha contribuido...
Sí, aunque sea un grano de arena, pero es un alguito.
• María Rostworowski repasa su pasión por la historia a sus 90 años de edad.(Mostrar)
Por: Carlos M. Sotomayor
Fuente: Lima, Correo 21/08/05.
Apasionada por la historia y por el rigor en la investigación, María Rostworowski es, sin duda, una de las más destacadas intelectuales del país.
Son valiosos e innumerables sus aportes para una mejor comprensión de nuestro pasado andino. A sus 90 años, se encuentra revisando y editando sus obras completas, que vienen apareciendo gracias al Instituto de Estudios Peruanos.
Usted empezó como autodidacta, asistiendo como alumna libre a San Marcos. Además de Porras, ¿qué otro profesor la impactó?
Porras tenía una facilidad de palabra que era interesante. Otro profesor que me impactó, aunque asistí a pocas de sus clases, porque era un poco denso, era Julio C. Tello. Sus clases eran a las siete de la mañana en Lima. Entonces, yo de Miraflores tenía que tomar el urbanito, después el tranvía. Por lo menos debía salir a las seis de la mañana. Y en mi casa eran mi marido y mi hija, uno salía a trabajar y la otra a estudiar. Y ellos trataban de impedir que yo saliera. "Me falta un botón" o"¿Qué me pongo?", decía mi hija. Entonces, para mí era una clase interesante, pero podía asistir muy poco por estas trabas. Además, el urbanito de esa hora paraba lleno.
Para poder llevar a cabo su labor intelectual tuvo como grandes cómplices a sus empleadas...
Mis empleadas me ayudaban muchísimo. Me decían "señora, no se preocupe por el almuerzo, no se preocupe, nosotras vemos", o "el señor está llegando". Entonces todas las fichas iban debajo de la cama. Tenía una mar de tretas.
Porras fue muy importante en su carrera. Usted le cuenta que estaba investigando la vida de Pachacútec...
Sí, claro. El me preguntó qué cosa quería investigar. Y yo le dije: "Quiero hacer una biografía de Pachacútec Inca Yupanqui". Ahora yo pienso, "qué osada". Pero si uno no es osada en la vida, no hace nada. Me demoré, desde que principié la investigación hasta que publiqué el libro, 10 años. Porque tuve que leer muchísimo, todo lo que podía encontrar.
Usted siempre incide en la vital importancia de las fichas en una investigación...
Y es importante el título que le ponga a las fichas. Cuando tiene pocas no hay problema; pero cuando tiene miles, si el título no está bien dado, no la vuelve a encontrar. Yo antes anotaba todo en cuadernos, luego los boté y todo lo puse en fichas. Y es importante, sobre todo, la honestidad. Citar bien, nunca citar de citas. Porque si fulano se equivocó, usted cae en el mismo error. Lo que hay que hacer es buscar la fuente de fulano, estudiarla, verla con los ojos. Todo eso debe hacer un investigador serio.
A pesar de tantas trabas, como el machismo imperante en la época, pudo salir adelante.
Yo tenía en contra que era autodidacta, que era mujer: casi no había mujeres en la Biblioteca Nacional. Y además, estaba estudiando indios. Me decían "¿por qué no estudias la Colonia o la Republica?". Yo respondía que no me interesaba, que lo que me interesaba eran los indios y la parte andina. Y cuando yo digo andino me refiero a Costa, Sierra y Selva, es un todo geográfico. No se puede estudiar una sin la otra.
Sólo conociendo el pasado se puede comprender el presente y vislumbrar el futuro...
Claro. El siglo XVI es muy importante porque es ahí cuando se forja el Perú. Primero fue el Tahuantinsuyo, pero el Perú se forma allí, en el encuentro de esas dos culturas. No se trata de estudiar una y desechar la otra. Hay que ver qué pasó. Una cosa importante: cuando uno principia una investigación, debe tener la mente abierta, abierta a lo que va a encontrar. No tratar de probar algo.
¿Por qué no se llega a integrar el Perú?
El Perú no se va a integrar como nación hasta que no se integre a su pasado. Que lo lea, que lo conozca, que lo ame. Cómo se va integrar si no se conoce. Usted no es tonto, no se va a integrar a algo que no conoce.
Hay una ceguera frente al pasado...
A veces las personas pueden haber tenido en su juventud derrotas, pero si usted aprovecha esas derrotas, y empieza a estudiar el porqué de esas derrotas, entonces esas derrotas se pueden convertir en éxitos. Y como nación es lo mismo. El pueblo peruano tiene la deficiencia de no recordar el pasado.
¿Cree que esta situación mejore?
Una cosa que me da esperanza de que llegaremos a integrarnos como nación, orgullosa de su pasado, es el éxito de la comida peruana. Nuestra comida ha sabido incluir todos los sabores que ha habido. Y su éxito es mundial. Y usted ve qué original y sabrosa es la comida peruana. Entonces eso da esperanza, porque somos un país tan creativo que sabemos incorporar las cosas que nos llegan. Así llegaremos a entender que no podemos hablar de país o de integración dejando de lado el mundo andino, porque forma parte de lo nuestro, está en nuestros genes, y es muy importante porque es la parte original del Perú.
• María Rostworowski y la defensa del patrimonio documental.(Mostrar)
Por: Lydia Fossa (*)
Fuente: Identidades 79, Lima 21/02/05.
A punto de cumplir 90 años, el tesón de la historiadora María Rostworowski constituye todo un ejemplo para la investigación en nuestro país. Alentada inicialmente por Raúl Porras Barrenechea, durante su trayectoria ha recibido numerosos galardones: los honoris causa de distintas universidades del país y las Palmas Magisteriales en 1990.
¿Fue usted quien inició la historiografía basada en documentos en el Perú?
Sí, en la combinación de lectura de documentos de archivo y trabajo de campo. Yo iba por el campo, de vez en cuando los fines de semana, con los documentos en la mano, para poder decir algo nuevo sobre nuestra historia. Entonces, uno descubre un montón de cosas y el problema que pudo haber surgido se aclara. Todo mi trabajo de investigación ha sido hecho con archivos y trabajo de campo.
En mi opinión, no se puede trabajar el siglo XVI, que para mí es el más importante, sin los archivos y la verificación de los contenidos de los documentos en los mismos lugares que se nombran. Digo que el siglo XVI es importante por ser el primer siglo de nuestra nacionalidad: es cuando empezó el Perú, antes no. Resulta un error principiar más tarde; allí se inicia.
Podríamos decir, entonces, que la nueva historia se escribe con documentos y trabajo de campo…
Sí. Claro que con las crónicas también. No se les puede dejar de lado. Pero las crónicas no son suficientes, sobre todo para la Costa. Los cronistas no le dieron ninguna importancia a la Costa: sólo estaban interesados en el oro del Cusco. No conocían la Costa: apenas mencionaron Pachacámac. Además, en ella hubo una baja demográfica muy fuerte, así que la mano de obra en la que estaban interesados disminuyó. Esto se debió en gran parte a las epidemias: enfermedades eruptivas, entre ellas el sarampión y la gripe, desconocidas hasta entonces. Estas pestes eran recurrentes: asolaban una región y luego regresaban, matando a los que habían sobrevivido. Por ejemplo, los "ayllus fenecidos" que dicen los documentos. Fueron tremendas las epidemias.
¿En qué archivos trabajó usted?
¡En todos los que he podido! Tuve la suerte de ser becada durante dos años para trabajar en el Archivo General de Indias en Sevilla. También he investigado en el Archivo General de la Nación, en el Arzobispal, en el de Relaciones Exteriores, que estaba en desorden, no como está ahora. También en archivos departamentales en Piura, Trujillo, Moquegua, Arequipa, Tacna. En el Cusco muy poco, por la altura. Son bastante celosos los cusqueños. Tienen tantos documentos, pero no facilitan su consulta. Además, mi interés ha sido siempre estudiar la Costa.
El Archivo de Indias, por ejemplo, está ahora digitalizado. No he ido últimamente, pero sé que está así. Antes te traían los paquetes de los legajos, amarrados con pitas, y tenías para rato. Podías palpar… Es que hay que observar el documento: la tinta, la mancha… es distinto a verlo en la pantalla, frío. Aunque también hay que considerar que si cada uno de nosotros le pasa la mano, ¡nos vamos a quedar sin papeles!
Quisiera que les indicara a los lectores, cómo se investiga en un archivo…
Cada investigador tiene su método. Yo acudo con la mente abierta para encontrar lo que me ayude en mi proyecto. Es decir, busco material para mi proyecto, sin embargo, estoy siempre alerta a qué otra cosa puedo encontrar. Busco un documento y cuando hallo un dato, me da felicidad. Aunque tengo un esnobismo: sólo quiero ver documentos pretoledanos. Son mucho más interesantes.
¿Siempre ha trabajado la Costa?
No, siempre no. También he trabajado Cusco. Pero la Costa ha sido mi fuerte. He encontrado la coca costeña, por ejemplo, que después los frailes quemaron. Eso lo hallé en expedientes en el Archivo General de la Nación del Perú. También en un documento excelente del Archivo General de Indias, así de gordo, que no había quién me lo publicara, porque no resultaba comercial, hasta que la Universidad de Michigan me lo publicó. ¡Ese libro es ahora una rareza! (1). Eran trabajos sólo para investigadores y publicaron únicamente 500 ejemplares.
¿Cómo hacemos para proteger el patrimonio documental?
Hay que despertar la conciencia del sector civil. Patronatos, Instituto Nacional de Cultura… ya existen. ¿Para qué crear más? Institutos no nos faltan; lo que falta es interés. Se debe suscitar ese interés con exposiciones, lecturas y conferencias. Aunque yo he perdido ya toda esperanza. He visto desaparecer muchos documentos en mi vida. ¡Ah! Una cosa que me pasó: yo era miembro de un instituto, esto fue hace años, y me nombraron inspectora de archivos. Me enviaron a supervisar unos archivos departamentales que querían quemar. Imagínese: ¡quemar! No, ha sucedido cada cosa que prefiero no mencionar… Se destruye porque existe mucha ignorancia, crasa ignorancia.
¿Le parece que alguna campaña internacional ayudaría en la conservación del patrimonio documental?
Hay muchos extranjeros interesados en tener documentos peruanos. ¡A veces, ellos mismos son los que los "encargan"! Pero lo más terrible es la inercia local. ¡Es una inercia… un "qué me importa"! ¡Ni a los presidentes les interesa! Vea usted, la Biblioteca Nacional con cuánta dificultad se va edificando… Y es absolutamente urgente tener una nueva biblioteca y un nuevo archivo. Ahora a Teresa Carrasco, encargada de la dirección del Archivo General de la Nación, le han dado, pero creo que por cierto tiempo, el antiguo correo central. Eso divide el archivo: la sección histórica allí, mientras que la sección civil, testamentos y todos esos documentos legales se quedarán en el antiguo local.
¿Cuál ha sido el documento más interesante que ha encontrado en su vida?
Varios... Por ejemplo, encontré el documento de Chincha en el Palacio Real de Madrid. Este documento ya lo habían visto, pero nadie le había dado la importancia que tenía y que tiene. El de la coca lo encontré en el Archivo de Indias y otros en el Archivo General de la Nación. Descubrir un documento importante me da una gran satisfacción. Es el objetivo de todo investigador encontrar la pieza documental que falta en el proyecto en que uno está trabajando. Y, por supuesto, ¡en todos los archivos siempre hay cosas que sirven! Por eso debemos proteger el patrimonio documental del Perú. Nada más lógico: es nuestra historia.
(*) Investigadora del Instituto de Estudios Peruanos.
• Lima antes de Lima.(Mostrar)
Entrevista por: Jorge Paredes
Fuente: El Dominical, Lima 16/01/05.
Una de las contribuciones centrales de la copiosa y reveladora obra de la doctora María Rostworowski ha sido el estudio y el descubrimiento de la costa central prehispánica. Libros claves como Curacas y sucesiones, costa norte (1961), Señoríos indígenas de Lima y Canta (1978) o Costa peruana prehispánica (1988) nos hablan de la vida en Lima, antes de la fundación española. Conversamos con la doctora Rostworowski para que nos haga un retrato de lo que era la ciudad en aquel entonces.
Se puede decir que existía Lima antes de la llegada de los españoles, ¿cómo era la población prehispánica de la costa central?
Claro, Lima era un valle muy frondoso. Hay varios cronistas que hablan que era un vergel por la cantidad de árboles que había, tanto ornamentales como frutales. Era un valle muy fresco. El pequeño curacazgo de Lima era uno de los tantos que existían en el valle, como el señorío de Sulco, el señorío de Huala y el de Maranga, todos ellos estaban supeditados al Señor de Pachacámac, que regía tanto el valle bajo de Lurín como en el valle bajo de Lima.
¿Se sabe cuánta población tenían estos curacazgos?
Eran pequeñas aldeas con tierras de cultivos, pero supeditados a un señor mayor. Mucho antes que llegaran los españoles e incluso antes que llegaran los incas, se sabe que la costa central era un valle muy poblado. Sin embargo, antes que aparecieran los españoles, aparecieron las enfermedades que devastaron toda América Central y del Sur. Las epidemias eruptivas, como el sarampión y la viruela, y la gripe, que eran enfermedades desconocidas aquí, causaron una baja demográfica espantosa que no cesó hasta después de la Colonia. Yo he visto archivos que dan cuenta de muchos "ayllus fenecidos" por las enfermedades. Después, durante las guerras civiles entre españoles, ambos bandos utilizaron a los indígenas como cargadores de municiones y víveres, con todo esto la población fue diezmada considerablemente. Se sabe por archivos que Pachacámac, que era numerosa, a fines del XVI tenía solamente siete habitantes. Fue realmente una catástrofe demográfica.
¿Y cuál era la importancia de Pachacámac en la costa central?
Pachacámac era el dios más importante de toda la costa. Era el dios de la noche y de los terremotos, el señor de los movimientos sísmicos. Era muy temido. Justamente lo adoraban para que estuviera tranquilo, pues decían que si se movía sucedía un temblor; si se movía más venía un terremoto; y si se levantaba era el fin del mundo. También el templo tenía un oráculo muy consultado. En lo político, se trataba de un gobierno teocrático. En manuscritos del siglo XVI no figura la existencia de un sacerdote mayor, sino solo de un curaca, pero yo creo que sí había sacerdotes, porque en una carta del siglo XVI se cuenta que el "obispo de Pachacamac había ido a visitar a Atahualpa". Es probable que en la terminología española la palabra "obispo" sea utilizada para designar a un personaje que tenía el cargo de sacerdote. Ahora, no se sabe cómo se repartían el poder el sacerdote y el curaca.
Aparte de Pachacámac, Lima también tenía un oráculo, ¿se sabe dónde estaba situado?
Estaba situado en La Calera, en lo que es ahora la Plaza Italia. Ahí había una huaca muy adorada. Eguiguren cuenta que dicha huaca tenía tanta adoración que los españoles la derribaron para construir en su lugar una plaza. Por eso la Plaza Italia tiene un modelo trapezoidal, que es de estilo inca, y no sigue el modelo de las otras plazas hispánicas de Lima.
¿Y la piedra horadada que está cerca de ahí, pertenecía a la misma huaca?
No tiene nada que ver. Seguro la adoraban como lo hacían con muchas guancas (piedras sacralizadas), pero no tiene nada que ver con el oráculo de Lima. Más bien había otra huaca donde ahora está Palacio de Gobierno, que se unía con lo que ahora es el edificio del correo. Todas estas huacas eran solo centros de adoración, pero la única que tenía una extensión territorial era Pachacámac, a cuya fiesta acudía gente de todos los lugares.
¿Y el Dios Pachacámac estaba hecho en madera?
Era igual al que ahora está en el Museo de Sitio de Pachacámac, aunque éste no era el ídolo en sí mismo porque Hernando Pizarro, después de pedir el rescate, deshizo la bóveda donde estaba el ídolo principal. Pero López de Gomara dice en su crónica que había ídolos reproducidos en toda la ciudadela de Pachacámac, igual como nosotros ahora reproducimos la imagen de Cristo crucificado. Una de esas reproducciones fue encontrada en la huaca pintada y es la que podemos ver en el Museo de Sitio.
Usted menciona en uno de sus libros que el culto de Pachacámac se continuó después con en el culto del Señor de los Milagros.
Es que hay similitudes en la adoración. Porque Pachacámac era el dios de los temblores igual que el Señor de los Milagros. Pachacámac era considerado el patrón de la costa, título similar que se le dio al Señor de los Milagros desde la Colonia como patrón de Lima. Es probable que gente de las huertas de Hernán González, encomendero de Pachacámac, haya venido a trabajar a Lima y con ellos haya llegado el culto a la ciudad. Cuando había temblores los indígenas invocaban a Pachacámac, algo que fue seguido después por los esclavos negros. Y se sabe, además, que los antiguos peruanos solían pintar sus divinidades, incluso se habla de la existencia de un lienzo donde estaba reproducido un hijo de Pachacámac. Un siglo después, cuando mueren los antiguos indígenas de la costa, los negros esclavos continúan con el culto y un siglo más tarde nace la adoración al Señor de los Milagros.
¿Y respecto a los curacas de Lima, quién fue en realidad Taulichusco?
Fue el curaca de Lima y estuvo presente al momento de la fundación española. Taulichusco era yanacón de Mama Vilo, una mujer secundaria de Huayna Capac. Y su hermano, Caxa Paxa, era yanacón de Huayna Capac y residía en el Cusco. Taulichusco no vivió mucho, incluso murió antes que Pizarro. Lo heredó su hijo Francisco, que era su corregente, quien también murió a los pocos años y le sucedió su hermano, don Gonzalo. Por eso mi libro Señoríos indígenas de Lima y Canta está dirigido "A don Gonzalo, curaca de Lima". Es triste pero la gente no conoce la historia de la ciudad. En México han hecho estatuas a todos sus personajes prehispánicos, y yo no sé por qué en el Perú no se ha hecho lo mismo.
Usted hablaba del valle de Lima como un lugar muy frondoso, ¿había un sistema ecológico en la ciudad?
Están las lomas detrás de Pachacámac, que eran pequeños curacazgos, como el de Manchay. Yo he recorrido esas zonas que son pequeñas quebradas con pueblos detrás de la Cruz de Hueso, en San Bartolo. Estas lomas tenían vegetación diversa. Existían molles, tara, y diversas cactáceas. Son lomas que todavía no se han estudiado lo suficiente.
¿En estos momentos qué investigaciones está realizando?
Estoy viendo la edición de mis obras completas. Hasta ahora se han editado los volúmenes: Pachacútec, Inca Yupanqui, Señoríos de Lima y Canta Costa Peruana prehispánica y ya viene Recursos Naturales renovables y pesca. Todos ellos bajo el sello de IEP, que es mi camiseta desde ya varios años.
El nombre de Lima
¿Mucho se ha especulado sobre el origen del nombre de Lima, cuál su hipótesis?
El nombre de Lima proviene del habla del quechua costeño que pronunciaba la "ere" como "ele". Por eso "Lima" o "Límac" era la pronunciación de "Rímac" y "Sulco" era la pronunciación de "Surco". Por eso también existen documentos donde "Mala" figura como "Mara" y se sabe, además, que los costeños decían "Cajamalca", mientras que los serranos decían "Cajamarca".
Las pronunciaciones diferían porque, como está comprobado, el origen del quechua no está en el Cusco, sino en la costa y la sierra central, de donde se expandió a la sierra sur y norte.
• “Soy una chola polaca”(Mostrar)
Luis Arriola.
La República, Lima 04/11/07
Historiadora María Rostworowski. A los 92 años, y con una actividad incesante, es venerada por muchos lectores –sobre todo jóvenes–, quienes reconocen su peruanidad no de palabra sino construida con hechos, con labor, con su vida diaria.
Sentada en el sofá de su casa, María Rostworowski responde como investigadora de procesos históricos: con la verdad. Su frente amplia, sus ojos castaños y sus canas asomándose en su cabellera y, de repente, su voz.
«Estamos hasta las patas en educación. Todo lo que se enseña de historia en los colegios no sirve. Solo en la universidad se aprenden la verdadera historia», critica.
Como si fuera uno de sus alumnos –y lo he sido, porque en la universidad su libro Historia del Tahuantinsuyu es lectura obligatoria– me explica que no es posible que los libros de historia de los colegios enseñen sobre un maravilloso imperio incaico que después fue derrotado, en Cajamarca, por un puñado de conquistadores.
«Hubo dos tipos de factores. Los conocidos que son la guerra entre los dos hermanos (Huáscar y Atahualpa), la pólvora, los caballos. Pero el factor desconocido es que los grandes señores andinos querían sacudirse del Inca porque les habían quitado sus mejores tierras y se sentían despojados y la llegada de Pizarro los ayudó», precisa.
Luego, exige que mejor conversemos del futuro porque ella tiene un largo pasado y un presente que lo aprovecha trabajando. Cómo negarse ante María Rostworowski, ante la historiadora autodidacta que remeció el pasado andino con sus libros.
«Aspiramos a ser un país integrado, pero es imposible si no enseñan la verdadera historia. Yo soy la chola polaca», comenta y sonríe.
Su risa contagia y precisa con autoridad histórica que la mayoría de peruanos piensan que la palabra "cholo" es de origen quechua o aimara, pero no es así. Porque las crónicas narran que los españoles entraron por el norte y se encontraron primero con los moches, quienes en su lengua tienen la palabra "cholu", que significa muchacho.
«Tal vez ellos por llamar a los chicos usaron cholu y de ahí pasó a cholo, que no tiene nada de denigrante. Todos somos cholos, las razas puras no existen en el mundo. Cholo es solamente peruano y nos diferencia de los otros países. Acá mucha gente se ofende. Solo a través de la historia podremos superarlo», añade.
Años atrás
Al menor descuido, aparecen los saltos temporales. Primero con disimulo y después son más obvios. Entre los recuerdos, la doctora Rostworowski revela que un ingrediente principal en sus investigaciones fue la cocina: los platos franceses que le preparaba al historiador Raúl Porras Barrenechea le servían para obtener información bibliográfica.
«Luego de la cena, él estaba de muy buen humor y me comentaba los libros que me faltaban revisar para completar mi investigación. Hay que tener un poco de psicología masculina», comenta y vuelve a reír.
De niña, en Europa, tuvo sentimientos encontrados porque su padre le hablaba de Polonia y su madre del Perú. De joven, era terriblemente tímida porque se crió en una finca francesa y no conoció niños con quienes jugar. De grande, ya en Perú, por la timidez tenía vergüenza de hablar en público.
«No podía decir ni María y menos Rostworowski», dice y reímos.
Sin embargo, tuvo que superar este problema cuando la nombraron Agregada Cultural del Perú en España, y por este cargo tuvo que dar conferencias y como no se amilana ante nada lo superó. «Soy terca y en la investigación también. Hay que persistir en todo», dice.
Antes de ir a España, viajó al leprosorio de San Pablo, en Loreto. Se embarcó en una lancha y durante las 24 horas que duró el recorrido disfrutó del rumor del río Amazonas y al anochecer, antes de dormir, observó el incesante vuelo de las luciérnagas en las riberas.
Otro viaje inolvidable lo hizo junto con su esposo Aurelio Diez Canseco. Viajaron en camión a Oxapampa, encima de costales de café. «Fue un viaje en trocha, con el despertar de la selva, con el olor del café y los graznidos de aves. Una noche romántica», recuerda.
Estudios propios
En la década del 50, en sus años de investigación histórica, tuvo que superar tres obstáculos: ser mujer, ser autodidacta y estudiar el mundo andino. Muchos le aconsejaban que dejara de "estudiar indios" y que mejor investigara la Conquista o la República, pero ella no se amilanó.
Fue alumna libre en San Marcos y también autodidacta para aprender paleografía y quechua. En 1952, su primer libro "Pachacutec Inca Yupanqui" ganó el Premio Nacional de Cultura pero nunca lo recibió. «Me lo quitaron por una cuestión política. Dijeron que lo publicarían pero no acepté. Me había costado 9 años de investigación, revisando crónicas y tomando nota de los consejos de Porras Barrenechea».
De toda su vasta producción bibliográfica, su libro "Historia del Tahuantinsuyu" ya superó los 50 mil ejemplares vendidos y cuando se publicó marcó otra mirada del pasado Inca. La doctora Rostworowski se siente tranquila porque sus libros han mejorado la comprensión de nuestras raíces.
Su fructífera labor no se detiene
Sus planes para este año siguen. Revisa la traducción de su libro Pachacutec Inca Yupanqui al francés. La doctora Rostworowski también está escribiendo el prólogo de Doña Francisca Pizarro. Una ilustre mestiza (1534-1598) que será publicado en Japón.
Sobre el impase que tuvo con Álvaro Vargas Llosa, con quien sostuvo una polémica de plagio que acabó a su favor: «Álvaro me envió varias docenas de rosas rojas y como ya se me había pasado la cólera lo llamé, conversamos y lo olvidamos todo», manifiesta.
La doctora Rostworowski viene trabajando en la recopilación de sus obras completas. El nombramiento de la ciudadela de Machu Picchu como maravilla del mundo moderno lo toma como justicia histórica.
«Ahora que la Universidad de Yale afirma que devolverá lo que se llevó Hiram Bingham, ojalá el gobierno construya un lugar apropiado y que no lo metan en cajas. Eso sí sería una pérdida irreparable», aconseja la gran historiadora.
• Todas las razas son mezcladas, pero cholos solo somos nosotros.(Mostrar)
Por Francisco Tumi Guzmán
El Comercio, Lima 22/07/07
La historiadora afirma que en el día nacional los peruanos deben independizarse de sus complejos y prejuicios
En unos días vamos a celebrar la independencia. ¿Qué debería significar la fecha entre nosotros?
Debería servir para que los peruanos se independicen de ellos mismos, de sus complejos. Porque al peruano, desde chiquito, lo acomplejan en el aula con eso del imperio conquistado por un puñado de españoles. Hay que sacudirse de esos prejuicios, sacudirse y ponerse a pensar, usar la cabeza un poco, hacer lo que yo llamo rumiar.
¿Tenemos porvenir como país?
Yo creo que sí. Aunque no lo deseemos, tenemos porvenir. La corriente hacia delante es tan fuerte, que ya no nos podemos quedar más tiempo atrás. Yo soy positiva. No conozco depresiones.
¿Qué nos falta para surgir?
Solamente tener conciencia de lo que somos, despertar, tener conciencia de que somos un pueblo que está en devenir, de que somos un pueblo mestizo que no quiere reconocer que es mestizo.
Sin duda hay criollos que niegan el componente autóctono de la identidad peruana, pero también, en el otro extremo, hay quienes niegan el componente occidental.
Hay que terminar con esa tontería que no nos permite surgir, con esos dos chauvinismos que no nos permiten realizarnos. Ambas son actitudes antirrealización. Por otro lado, no se puede llegar a tener identidad si en las escuelas no se enseña bien historia. Un ejemplo de eso es la forma en que se enfoca Cajamarca. Siempre enseñan que es una derrota de los andinos...
Asustados por los caballos y las armas occidentales.
Y que no entendieron la situación. Entonces, ¿qué hace el niño? El profesor le habla de un imperio maravilloso y luego le dice que un puñado de hombres derrotó a ese imperio maravilloso. ¿Qué pasa? Pues que viene una cólera contra ese imperio y el niño inconscientemente agarra un disgusto contra todo el Ande.
Se debería explicar que esencialmente se trató de una derrota política, como usted ha señalado.
Claro, fue por completo una circunstancia política, pues hay las causas visibles, que ya todo el mundo conoce, y las causas invisibles, que son el análisis de la situación en ese momento. Y lo que había en ese momento era un rechazo de los grandes señores andinos hacia el Cusco, pues habían perdido sus mejores tierras, su mejor mano de obra, y querían su libertad.
Porque la presión del soberano cusqueño era cada vez mayor.
Cada vez mayor y más atorrante. Esa fue la clave de los sucesos de Cajamarca. La reacción inca solo se produce meses después, con Manco II, pero la gran nobleza andina no lo secunda, al extremo de que cuando sus tropas, encabezadas por sus generales Illa Topa y Quispe Yupanqui, están tomando las calles de Lima -Illa Topa era un gran general- de manera muy sabia atacó por el río Rímac, pues allí, entre los guijarros, los caballos españoles no servían.
Los cusqueños tenían la ventaja.
Así es. Y ya estaban entrando a Lima y de repente doña Inés Huaylas Yupanqui, la concubina de Pizarro, pide ayuda a su madre Contarhuacho, y esta envía un ejército que salva a los españoles. Es decir, los grandes señores, los pudientes, los que tenían poder, estaban contra el inca. Y Huacra Páucar, otro gran señor de Hatun Jauja, apunta en un quipu inmenso todo lo que le da a Pizarro: caballos, guerreros, mano de obra para cargar víveres, ropa, ojotas, pues los españoles ya no tenían zapatos, ni siquiera ropa. Se ve, pues, que hay un esfuerzo para ayudar a los españoles. En vez de contribuir a derrotarlos, los ayudan.
Es decir, los españoles no derrotan solos a los cusqueños, sino aliados con grandes señores andinos.
Fue una alianza política contra el inca. Ese quipu muestra todo lo que el inca no recibió de ayuda, y que en cambio sí recibieron los españoles.
La gente parece estar orgullosa del pasado prehispánico. ¿Por qué eso no se traduce en una relación más armoniosa con ese pasado?
Porque no son verdaderos patriotas. Nadie cuida aquí el patrimonio. Solamente reaccionan cuando a algo peruano le dan el visto bueno en el exterior. Yo, que soy de padre polaco, criada en Europa, he visto cómo allí el patrimonio nacional es muy valioso, lo mismo que la historia del país. Allí la gente es patriota. Aquí, no. La gloria para un peruano de clase media y clase alta es tener un departamento en Miami.
¿A qué le llama patriotismo?
Yo me acuerdo de que cuando vivía en Polonia -tendría 17 años-, mi tío, hermano de mi padre, me decía: "Marita, no compres extranjero, compra polaco. Aunque sea de inferior calidad, tienes que comprar polaco". Solamente en el Perú una porquería extranjera ya es "¡ay, qué bueno!". Cualquier chompa extranjera, aunque después se le hagan pelotitas en la lana, llama más la atención. Nuestras chompas de tan buena lana de alpaca son relegadas.
¿Por qué pone énfasis en la clase media y en la clase alta? Los pobres piensan exactamente lo mismo.
No tanto, pues no tienen poder adquisitivo. Tienen tantos problemas personales, que ese asunto pasa a segundo plano. Ni siquiera se lo plantean. Yo me acuerdo de que cuando vine al Perú, el año 1935, a los 19 años, la Plaza de Armas de Lima era bonita y tenía mucha majestad. Pero entonces botaron los portales de piedra para poner portales de cemento. Dígame usted, ¿qué clase de élite era esa, que no sabía apreciar un portal de piedra?
Era una modernización mal entendida.
Por eso digo: la clase alta. Pues la clase alta es la responsable, la que da las pautas. Una verdadera élite da pautas para que el resto del país siga. Se supone que son buenas cosas, no las ideas de unos ignorantes o imbéciles.
¿Tienen los intelectuales capacidad para influir sobre la élite?
Yo creo que ninguna.
¿Y cómo ve su propio trabajo frente a eso?
Yo defiendo el mundo andino porque el mundo andino es justamente lo que quiero rescatar.
¿No le interesa el mundo costeño?
La costa también es parte del mundo andino. No se puede separar y decir: "Esto es andino; lo otro, no". Todo es andino: la costa, la selva, la sierra. Así es nuestra ecología. Los Andes son nuestro medio de vida.
¿Piura y Máncora también son andinas?
Todo en el Perú es andino.
¿Un costeño también es andino?
También. Todo es una sola cultura, una cultura en la que uno necesita del otro: la sierra necesita de la costa y la costa necesita de la sierra. La costa, sin el agua de la sierra, no subsiste, es un desierto. No puede dejar de tomar en cuenta a la sierra.
¿Eso también es válido para Chile, por ejemplo? La estructura de su costa es similar...
No me meto con otras culturas. En todo caso, en Chile llueve; es otra cultura. Pero fíjese: Toda la vida ha habido y habrá rivalidad entre la sierra y la costa. Ambas se necesitan, pero se odian y se pelean desde tiempos prehispánicos, pues la costa necesitaba la lana y varios productos serranos; necesitaba el agua con urgencia y tenía que pagar.
¿Es el agua el principal factor de la dependencia costeña de la sierra?
Yo he estudiado el problema acuífero. Ya desde tiempos antiguos tenían que pagar por el agua. Yo he tratado de buscar qué era pagar por el agua, en qué consistía, si no había dinero. Encontré un documento que decía que por el agua que daba a la costa, el curaca de la sierra tenía el derecho, por una vez, de sembrar en la costa los productos que quería, por ejemplo ají.
¿Hay que acostumbrarse, entonces, a la rivalidad entre costa y sierra?
Va a existir siempre. Pero debemos buscar una complementación, que ambas partes comprendan esa rivalidad y la tomen como una manera de convivir, pues tenemos una interdependencia, una necesidad.
Si tuviera que pensar en los cambios que ha registrado el país en estos 70 años, ¿cómo podría resumirlos?
El principal cambio es que la gente tiene ahora más conciencia del mundo andino. Ya no es tan terrible como cuando yo empecé a investigar o a escribir, que me decían: "¿El mundo andino? ¿Qué es eso?". Y también, con cara de asco: "¿Estudias indios?". Había un desprecio total. Hasta ahora, en realidad, hay un enorme desconocimiento. El panorama general ha mejorado, aunque no sea lo que yo quisiera que fuera. Sin embargo, tengo esperanza en la gente joven. Y las cosas han mejorado un poco. La gente tiene menos reparos raciales. Eso lo veo muy claro en mis nietos, por ejemplo. No tienen nada de racial.
Es más natural la integración.
Sí, y se espantan cuando escuchan, por ejemplo, "Ay, cholo"... Pero si yo me digo a mí misma "la chola polaca", pues soy chola, somos cholos, y no hay nada despectivo en esa palabra, hay que quedarse con lo afectivo: "cholito, cholita". Es afectivo, es simpático. El mundo entero es mestizo, unas razas se han mezclado con otras. No hay razas puras, como pensaban los nazis. Todos somos mezclados. Pero cholos solo somos nosotros. Un chileno no es cholo. Será lo que quiera ser, pero no es cholo. Los peruanos nos distinguimos por eso.
¿Usted se imagina a la élite peruana reivindicándose algún día como chola?
Sí, a la larga. Además, es natural. Tenemos cholos en todas las esferas. Es cuestión de que sean educados e inteligentes. Por otra parte, la élite ha ido a Europa, tiene más idea de lo que es el mundo. El hecho de que Machu Picchu sea reconocido nos hace un bien enorme.
¿Y se imagina también, por ejemplo, al presidente de la Confiep o a los peruanos que tienen casa en las playas de Asia aceptando que también son andinos?
Tendrán que aceptarlo, pues no hay nada malo en ser andino. Todos somos andinos: los de la costa, los de la sierra y los de la selva. Las tres regiones son interdependientes.
¿Cómo puede ser la juventud una esperanza si la educación es tan deficiente? En los colegios, por ejemplo, se sigue enseñando la historia tradicional, no lo que usted sintetizó en "Historia del Tahuantinsuyu".
Pero en la universidad sí leen "Historia del Tahuantinsuyu", y algunos colegios de élite también usan ese libro. Estoy entrando poco a poco.
¿Por qué los hallazgos de las ciencias sociales tardan tanto en entrar a la educación básica?
Por ineptitud de los profesores y de los mandatarios, que no aprecian lo suyo. Unos y otros hacen política barata sin comprender que ellos son los primeros que pierden, pues sus hijos no tienen la buena educación que deberían tener. ¿Por qué comienzan a enseñar a los niños esa lista de incas: "Manco Cápac, Sinchi Roca..."? Se trata de una paporreta que los chicos no aprecian, que no les dice nada ni les explica nada. Les enseñan tontería y media.
Entonces, ¿por qué su optimismo?
Porque a pesar de todos los descalabros, a pesar de todas las incomprensiones, hemos avanzado. Después de vivir tantos años como yo he vivido, me doy cuenta de que se ha reducido la separación entre las razas, hay más comprensión, ya se comienza a valorar el Ande y las cosas andinas.
¿Cómo le gustaría que fuera el Perú en el 2021?
Como Chile. Fíjese, Santiago me da una sana envidia, pues pienso cómo era antes y lo que es ahora. Yo he conocido Santiago hace 40 y 50 años y me da, cómo le digo, una sana envidia. No siento odio ni estoy contra Chile, nada por el estilo, pero... nosotros estamos como el cangrejo: para atrás, para atrás...
Muchas gracias. Esta es la cuarta entrevista que le hago en 20 años. La volveré a entrevistar para su centenario.
No, no, no. Ya viví mucho. Ya quiero ver a San Pedro.
"Somos expertos en serrucharnos el piso"
El 28 de julio del 2001, a usted le preguntaron si el presidente Toledo, tal como sus seguidores proclamaban, podía ser un nuevo Pachacútec, y usted...
Me acuerdo. Yo respondí: "Ojalá que fuera un Pachacútec, pero me temo que sea un Inca Urco".
¿Quién fue Inca Urco?
El hijo del Inca Viracocha. Como usted sabrá, Pachacútec no fue hijo de Viracocha...
Usted sostiene que Pachacútec se hizo del poder luego de salvar al Cusco y demostrar que era el más apto.
Así es. En cambio, Inca Urco era borracho, sinvergüenza, no gobernaba, pues era el corregente. Y abandonó el Cusco durante el ataque chanca. Por eso yo dije que ojalá que Toledo no fuera un Inca Urco. La gente, por supuesto, no lo entendió, ni Toledo tampoco.
¿Alan García se parece a algún personaje inca?
No, a ninguno. No hay ningún parecido.
¿Qué piensa de su gobierno?
Que no es tan malo. El primero fue un desastre, pero ahora ha recapacitado, aunque no sé si los apristas lo dejan gobernar.
¿Usted cree que el Perú es gobernable?
Ese es el mal del país, pero por lo menos tratan.
¿Por qué cree que los peruanos tenemos predisposición a dividirnos?
Ay, no sé. A veces me desconsuelan los peruanos, pues realmente en política uno ve cada barbaridad que hacen, ¡por Dios!
¿Cuál es la última que la ha sorprendido?
Los maestros.
¿En qué sentido?
Están actuando contra ellos mismos, se están clavando ellos mismos un cuchillo. ¿Qué más quieren? Les van a dar asesoría universitaria, les van a dar una carrera en la cual pueden conseguir la mar de provecho a medida que avancen, ¿por qué no aceptar eso en vez de ser unos mediocres profesorcitos? ¿Por qué negarse a ser un profesional con status social?
¿Cómo se les puede hacer entender eso?
No lo sé. Me desespera, pues no entiendo. Mientras tanto, todos perdemos y peor, los niños. Los peruanos somos expertos en serrucharnos el piso. Hay que dejar de lado esa politiquería barata. Les encanta tapar los grandes problemas con problemas adefesieros, mínimos, innecesarios.
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